Hay palabras y expresiones que se ponen de moda, que se asumen como parte del discurso para tornarse repetitivas sin que sean asimiladas por el pueblo, conforme al fundamento de su contenido. Así escuchamos a muchos intelectuales invocando la expresión “tenemos que empoderarnos” , en alusión a una tarea o propósito que nos convoca a juntarnos.
Pero tenemos que empoderarnos de tantas cosas que hoy nos convocan, que podemos concluir aceptando como válido, que lo que no tenemos, -en materia de obras que debe construir el Estado-, es porque el pueblo no se ha empoderado. Y así, la actitud irresponsable de un determinado funcionario se atribuye a la falta de empoderamiento de los ciudadanos. Es decir, la mala redistribución de los recursos, el cúmulo de necesidades y las tantas desigualdades, son el infeliz resultado de que no estamos empoderados.
En ese sentido, la falta de conciencia que castra el espíritu de lucha, se concibe como parte del letargo de una masa anestesiada por quienes desde arriba juegan con los de abajo. Por el contrario, cuando los pueblos son gobernados con criterios de respeto, y se da cumplimiento a una agenda de desarrollo que prioriza en satisfacer las necesidades fundamentales, bajo los conceptos de equidad, honestidad y justicia social, nadie se tiene que empoderar.
Y es que en la República Dominicana, más que un cliché, empoderarse significa tomar conciencia, reconocer la causa de nuestros males e identificar los culpables. Siendo así, entonces vale la pena despertar empoderado, asumiendo que si no despertamos seguiremos marginados de las políticas de desarrollo que está obligado a garantizar el Estado dominicano.