Cuando vemos la alta tasa de muertes por accidentes de tránsito que se registran en la República Dominicana, pensamos en la actitud irresponsable de conductores que manejan de forma temeraria: señalamos los riesgos que encontramos en las carreteras, y apuntamos a la sociedad como responsable de las imprudencias que se advierten.
Como es de suponerse, cada individuo es responsable directo de sus actos; sin embargo, no podemos ignorar que son las autoridades las llamadas a castigar las violaciones a la ley de tránsito. Vivimos en el país donde se producen más muertes por accidentes, donde la mayoría de los muertos son jóvenes menores de 25 años, y todos en las mismas circunstancias: conduciendo a alta velocidad, levantando sus motocicletas, y haciendo piruetas sin el uso del casco protector.
Ahora se agrega otro elemento peor, y es que por cada cien motocicletas encontramos más del 65 por ciento sin luces traseras ni delanteras, lo que se convierte en una bomba de tiempo, con la estela de muertes que provocan. En un recorrido reciente realizado por reporteros de este medio informativo, se pudo apreciar que en menos de una hora se desplazaron 32 motoristas conduciendo a oscuras por la calle Santomé norte, una clara muestra de la falta de supervisión de las autoridades llamadas a ordenar el tránsito en la ciudad.
Nos quejamos de los conductores, de los ruidos que generan, del manejo temerario, del irrespeto a la ley de tránsito, que se meten en vías contrarias y hasta conducen cargados de niños por las calles, frente a la indiferencia de quienes deben amonestarlos. Recordamos que esos mismos individuos que no respetan las normativas sobre el tránsito, cuando salen fuera del país se sujetan y conducen con respeto.
Entonces, cabría preguntarse, el por qué cuando están aquí actúan con el desenfreno que observamos? La respuesta es obvia, cuando no hay sanciones para los que violan las normas sobre tránsito, se vuelve viral el no respetar, y termina la ciudad convirtiéndose en un arrabal.