Más que una pregunta es un grito desesperado, un clamor generalizado que traspasa nuestra sociedad. Hay una realidad que nadie puede ocultar: vivimos acumulando estadísticas nada gratas, cifras que avergüenzan y delatan la miseria espiritual que nos arrastra como pueblo.
Y es que en los últimos años alcanzamos lugares cimeros en renglones que nadie quiere. A modo de ejemplo, nos conmueve saber que en la República Dominicana es donde más niñas y adolescentes salen embarazadas, con la secuela de daños que conlleva encontrar a miles de niñas procreando niños, en una sociedad plagada de flagelos sociales. Somos primeros en cifras de muertes por accidentes en motocicletas, con el agravante de que la mayoría de las víctimas, son jóvenes menores de veinte años.
Y sumamos cada año las muertes por feminicidios, donde las tragedias se reproducen a diario en una sociedad permeada por la violencia y la criminalidad. Entonces, qué estamos haciendo para enderezar el rumbo de la familia dominicana? La pregunta choca con la realidad que causa mayor preocupación: según estudios de entidades internacionales, también ocupamos primeros lugares en corrupción. Y si a ésta agregamos la falta de credibilidad en la justicia, y la impunidad que de ella se desprende, qué podemos esperar?
A todo esto, nos queda apelar a la conciencia social, a las iglesias, escuelas y universidades, a las entidades y gremios profesionales, y en especial, a los hacedores de opinión por los diversos medios de comunicación, a fin de procurar reorientar a esta sociedad por el camino de los valores. Hay que retomar el camino de la formación en valores, pensando en la familia, en la sociedad y en todos nosotros, porque mañana será tarde.