Ayer celebramos el día mundial del agua, el preciado líquido, regalo de Dios para la vida. Un bien de la naturaleza que nos empeñamos en malgastar, para desgracia de la humanidad. Todos reconocemos la importancia del agua: desde las amas de casa, productores agrícolas, empresarios, autoridades y líderes comunitarios. Sin embargo, la sed de riquezas nubla la conciencia, para colocar al hombre como el más peligroso depredador del planeta.
A propósito de la fecha, reflexionamos en las jornadas de lucha donde han perdido la vida dirigentes comunitarios opuestos a las destrucciones de los recursos naturales, pensamos en los miles de permisos otorgados para destruir nuestras montañas, para explotar el cauce de los ríos y contaminar los pocos manantiales que nos quedan. Es la falta de conciencia que nos lleva a destruir los bosques, a derramar miles de galones diarios, abrir la llave y dejarla por horas sin pensar en las necesidades de otros seres humanos que mueren por falta de agua.
Pero más allá de esas calamidades, ayer recordamos con gratitud a todos los que cuidan el preciado líquido, a los integrantes de Universo Verde, a los colaboradores de la Fundación Monte Bonito, a los cafetaleros que siembran en las montañas, a las entidades y organismos del sector público o privado, que asumen con entusiasmo sembrar miles de árboles; a los que salen en defensa del agua de Los Haitises, a los que luchan sin descanso por la defensa de Loma Miranda, y al pueblo de San Juan, que se levanta para impedir que destruyan sus recursos naturales; es decir, los bosques y las fuentes de agua.
Y es que no se trata de un lema vacío: el agua es vida, sin agua no es posible la vida. Entonces ¿por qué pocos la cuidan? ¿Por qué somos indiferentes frente a quienes la desperdician, frente a quienes destruyen la naturaleza y acaban con nuestra mayor riqueza? Cuando todos tomemos conciencia, nadie podrá atentar contra esta herencia que nos corresponde cuidar.