La sociedad dominicana parece ajena al debate que se ha planteado en torno a la aprobación de la ley de partidos, un proyecto que debe interesar a todos los ciudadanos, por cuanto se trata de reglamentar a las instituciones que buscan dirigir el Estado. En ese sentido, lo lógico y conveniente sería pasear por todos los sectores sociales las propuestas planteadas, a fin de escuchar el sentir de la población. Sin embargo, hasta el día de hoy, el tema está siendo abordado por partidos políticos que han condicionado el debate a dos propuestas: las primarias cerradas o primarias abiertas.
Peor aún, tanto del litoral oficial, como de la oposición, se asume la discusión a la lucha de tendencias: de un lado, en el Partido de la Liberación Dominicana, el sector que encabeza Leonel Fernández, propugna por las primarias cerradas, mientras que la tendencia de Danilo Medina es abanderada de las primarias abiertas simultáneas. Ésta última modalidad, considerada por algunos juristas como contraria a la Constitución, acaba de ser conocida y aprobada en el Senado de la República.
Ya el tema había tocado las puertas de la oposición, donde el equipo de Luis Abinader, se inclina por primarias cerradas, mientras que Hipólito Mejía, se define por abiertas y simultáneas. Pero como hemos dicho ¿quién pregunta por la opinión de los electores? ¿Será que los ciudadanos no cuentan para ser escuchados? Es la pregunta que nos llama a la reflexión.
Desde que se fundó la nación dominicana, hasta hoy, la democracia está sustentada en la participación de los ciudadanos en los procesos electorales. Son los partidos políticos los garantes del juego democrático y tienen la responsabilidad de aportar los servidores públicos, desde el presidente de la república hasta el más humilde de los funcionarios. Son las agrupaciones políticas las que imponen candidatos para senadores y diputados, las que trazan las líneas y deciden lo que se debe o no aprobar en las cámaras legislativas, y por más de un siglo se han negado a aprobar la ley de partidos.
Ahora que el debate vuelve por enésima vez al congreso, los sectores sensatos, lejos de apasionamientos o posiciones interesadas, esperan que la ley de partidos políticos sea aprobada sin que vuelva a ser engavetada por aquello de que interesa abierta o cerrada.