Esta vieja máxima la debemos aplicar en todas las situaciones y circunstancias de la vida, reconociendo que la facultad de pensar es inherente a los seres humanos. La capacidad de razonar, previo a la toma de decisiones, puede marcar la diferencia en una sociedad cada vez más influenciada por el inmediatismo. Los ejemplos sobran.
Sin embargo, algunas acciones son provocadas a sabiendas de que darán malos resultados, como las famosas jornadas de reforestación en espacios inadecuados, movilizando cientos de estudiantes, inversión de recursos, miles de plantas y, sin tener que adivinar, al final nada pasa. Es decir, gastamos pólvora en garzas, dejando en la población el desánimo que provoca la frustración.
Lo peor y lamentable, es que en la premeditada farsa, participan profesionales y líderes comunitarios que junto a las autoridades apuntan a resaltar los supuestos beneficios que brindan a favor de la ecología y el medio ambiente. Y vemos autoridades en poses sonrientes, encabezando jornadas de siembras después de aprobar proyectos que destruyen la foresta, autoridades que otorgan permisos para destruir montañas y aprobar granceras en los cauces de nuestros ríos, y otras que apadrinan compañías que contaminan, pero son protegidas por influencias “divinas”.
Y así andamos, girando en un círculo, donde sólo unos pocos asumen con responsabilidad la tarea de reforestar, proteger y cuidar la naturaleza. Son estos los que suben a las montañas, y llegan a los manantiales que trazan el curso de los ríos, arroyos y cañadas, para dejar sus huellas con sudor y empeño para que fluya agua en la provincia Peravia. Son esos los que piensan, razonan y persiguen un mañana mejor, y están aquí, buscando sin protagonismo, el desarrollo agroforestal que merecemos alcanzar