Sin dudas, el peor de todos los males se refleja en las actitudes irresponsables de los individuos que se desvinculan de los compromisos contraídos. Así mueren quienes ignoran las advertencias de peligros, quienes de forma temeraria se conducen por las calles, y quienes se muestran indiferentes frente a las orientaciones emanadas de personas e instituciones competentes.
Sin embargo, en el plano social, existe el peor, el más dañino y lesivo para el desarrollo: se trata de las actitudes irresponsables de políticos en funciones públicas, quienes se colocan de espaldas a los reclamos de los ciudadanos.
Esos son más peligrosos, porque contagian a otros con el agravante de que en muchos pueblos se han convertido en epidemias incurables. Los síntomas son similares en todas las sociedades: comienzan por la pérdida de memoria que apunta a olvidar las promesas, y se incrementa la falta de vergüenza que conlleva a justificar lo que no se ha hecho.
Frente a ese cuadro, es fácil determinar cuáles políticos con influencias en el Estado se muestran afectados por el mal que señalamos. Ahora que la ciudad está bajo lluvia, nos preguntamos ¿cuántos años llevamos denunciando que Baní se inunda por falta de alcantarillado? Escuchamos -desde hace más de treinta años- que las comunidades de Villa Güera y La Montería, quedan incomunicadas por falta de un puente, y por el mal estado de la carretera.
Sentimos el grito desesperado de miles de ciudadanos que reclaman continuar construyendo los muros de gaviones en las márgenes del río Baní, y un sin fin de menudas acciones que esperan nuestros munícipes.
Pero aquí estamos, viendo la lluvia caer. Unos incomunicados, y otros inundados, pero todo pasa, y luego de los aguaceros vendrá la calma. Y luego volveremos a escuchar las promesas