Desde hace años venimos abogando por el resurgir de un nuevo liderazgo en condiciones de conducir al pueblo sin prejuicios de ningún tipo ni otros intereses más allá del deseo de servir a la sociedad en la búsqueda del bienestar colectivo. Y hemos citado ejemplos de líderes comunitarios que se erigen en símbolos de honestidad, vocación de servicio y amor por la comunidad que representan.
Esos líderes no están lejos, viven entre nosotros pero no resaltan frente a las cámaras porque su misión es servir sin esperar nada a cambio. Sin embargo, lo más sorprendente, es que esos líderes se han dejado utilizar por años, endosando su imagen y trayectoria social a individuos enganchados a políticos, que han sabido aprovechar el arraigo comunitario para estafar los sueños de miles de ciudadanos. Así se ha ido acumulando la gran deuda social que crece cada año en barrios y sectores de la provincia Peravia.
Y es que no es lo mismo ni es igual el liderazgo político que el liderazgo social. El tema no es casual, surge a raíz del despertar de un pueblo afectado por flagelos sociales, por falta de oportunidades de trabajo y por el cúmulo de necesidades que todos conocemos. Y como dice el refrán: En mar revuelto, ganancia de pescadores.
Es cierto que tenemos que juntarnos, que debemos deponer actitudes vanguardistas, que arrastramos un conjunto de males que invitan a preocuparnos, a trabajar y sacudirnos para salir a delante, pero no es menos cierto, que debemos abrir los ojos frente al oportunismo que se levanta para confundir al pueblo. La lucha de hoy es y debe ser para fortalecer las entidades representativas de nuestros barrios y comunidades, para estimular el resurgir del nuevo liderazgo social que conduzca a la población con visión, voluntad y valores, hacia la conquista del desarrollo que todos deseamos. De ahí que en medio de las turbulencias es cuando debemos mostrar las habilidades y destrezas para juntos llegar a la meta.