La República Dominicana se concibe como una nación democrática, con sus preceptos constitucionales, leyes y reglamentos que garantizan el ordenamiento jurídico, político y social de los ciudadanos. Desde esa praxis conceptual, se asume como fundamento del estado, la separación de los poderes que coexisten como puntales de la democracia. Lo que hemos alcanzado en el discurrir histórico ha sido por la fuerza, arrojo y valentía de miles de personas que han abonado con su sangre el suelo patrio.
Hoy sentimos preocupación por las actitudes antidemocraticas que se presentan en el escenario nacional como garfios envenenados contra la salud de la patria. Obviamente, la sociedad comienza a reaccionar frente a los asomos del autoritarismo que apuntan hacia el oscuro sótano de la dictadura, tal y como lo expresara en el día de ayer, monseñor Francisco Ozoria, obispo de Santo Domingo, a raíz de las desafortunadas palabras del presidente del Senado, Doctor Reinaldo Pared, quien amenazó con interpelar a los jueces del Tribunal Superior Electoral ante el fallo que anula la convención del Partido Revolucionario Dominicano, donde fueron escogidas las autoridades de esa organización política. En ese sentido, monseñor Ozoria, tras tildar de muy lamentable, el pronunciamiento, dijo sentirse preocupado porque no se respetan los poderes del Estado, que según la Constitución, deben ser independientes y no lo son.
La amenaza de Reinaldo es la confirmación del rumbo equivocado que puede tomar la nación si no despertamos y asumimos el compromiso ciudadano de defender los principios democráticos que hemos alcanzado con sacrificios. Que sea el presidente de uno de los poderes del Estado, quien en actitud beligerante y por demás desafiante, amenace con hacer un juicio político a tres jueces del Alto Tribunal Electoral, por una sentencia sobre el PRD, es un desconocimiento a la independencia del poder judicial, pero más allá, plantea la velada trama que ha sido denunciada contra la institucionalidad de la nación. Dice un refrán popular, que la mujer del César no sólo tiene que ser seria sino que además debe aparentarlo. Sin embargo, el señor Reinaldo, con sus amenazas, enseña lo que oculta debajo del traje, por lo que todos los sectores sensatos, como las voces de autoridades eclesiásticas que se han levantado, se constituyen en baluartes para la defensa de nuestra democracia.