En todas las ciudades organizadas, donde los ciudadanos se desenvuelven en el marco del respeto y las autoridades asumen garantizar el orden y la paz social, es normal que encontremos las calles señalizadas, resguardadas con el criterio de conductores que aportan a la sana convivencia.
Cuando apreciamos el sentido humano de quienes conducen con prudencia y se detienen en los semáforos sin obstaculizar el paso de peatones, exhibiendo un comportamiento ejemplar, reconocemos que estamos frente a un pueblo sano, donde los ciudadanos reproducen en la familia el espíritu de civismo. Esa es la ciudad a la que aspiramos, donde todos respeten las señales de tránsito, donde conductores y autoridades respondan al llamado del ordenamiento urbano que indica la función del semáforo, donde a nadie se le ocurra conducir en vía contraria y los vehículos sean evaluados para determinar las condiciones en que se encuentran. Así evitamos accidentes lamentables, los ruidos y el congestionamiento del tránsito, y lo más importante, evitamos la imagen que nos presenta como una ciudad desordenada, donde pocos respetan las normas de convivencia. Ahora que observamos el proceder de los miembros de la DIGESETT, que muestran interés en hacer respetar las vías señalizadas y que velan en las esquinas para que los ciudadanos manejen con criterios de decencia, es más que oportuno respaldarles para que estas acciones sean permanentes y perduren con el tiempo.
Una ciudad refleja el comportamiento de su gente y se presenta como una radiografía de quienes habitan en ella. De ahí que somos nosotros los que debemos hacer que cambie la imagen de nuestra ciudad, comenzando por respetar las señales de tránsito.