Cada 10 de febrero se conmemora el Día Nacional del Folklore Dominicano, este 2017 se han cumplido 16 años de su conmemoración.
Esta celebración se realiza debido a que el 10 de febrero de 1844, el periódico El Eco del Pueblo de Santiago dio a conocer en su edición 97 una carta pública bajo el seudónimo de Valle Gracia, donde por primera vez se menciona la palabra Folklore. En virtud al decreto 173-01 del Poder Ejecutivo del 2001, se escogió ese día para conmemorar la difusión pública del vocablo en el país.
Para el 2004 se crea la Dirección Nacional de Folklore (Dinafolk), demostrando así el interés en la población por las manifestaciones culturales que se ofrecen en el transcurso de los años.
Llamamos folklore al conjunto de tradiciones y costumbres perteneciente a la cultura de un pueblo como son las manifestaciones artísticas, culturales, sociales o de conocimiento popular. También estas tradiciones salieron de manera espontáneas en el pasado y han llegado hasta nosotros gracias a los legados de generación tras generación.
El folklore no solo se recrea con la herencia de padre e hijos, sino que con el paso de los años va evolucionando y cambiando, a través de las experiencias de diferentes tradiciones de distintos lugares históricos y geográficos, se puede decir que el folklore es la cultura que más identifica al ser humano, siendo esta perteneciente de todos sin nadie en especifico, una cultura por y para el pueblo.
El folklore dominicano se destaca de diversas formas, por su artesanía, colorido, música y el actor principal que es su gente. No obstante, el más popular y enriquecedor, es el merengue, cuyo ritmo permanece latente en la actualidad. Este tipo de música ha vivido una gran evolución musical.
Además del merengue, cabe destacar que la pintura y la escultura comenzaron a desarrollarse con la emigración de artistas e intelectuales españoles que escapando de la guerra civil española se establecieron en el país.
El merengue es una de la música bailable del folklore dominicano, este ritmo surgió entre 1844 y 1850, teniendo sus orígenes con referencia a los hechos cotidianos, que lo convirtieron en un auténtico desafío, tanto así que llegó a prohibirse durante un tiempo en algunas regiones. No obstante, su ritmo contagioso logró derribar cualquier barrera de prohibición.
Al pasar del tiempo fueron muchas las orquestas sinfónicas extranjeras que llegaron a entonar los acordes de varios compositores dominicanos como los de Rafael Solano, Juan Francisco García y Julio Alberto Hernández.