El mundo cristiano conmemora los últimos momentos de la vida de Jesús, el Hijo de Dios, que hecho hombre habitó entre nosotros, como habían anunciado los profetas.
Según las Sagradas Escrituras, un Ángel se le apareció a María para anunciarle que daría a luz un hijo que llevaría por nombre Emmanuel, que significa: “Dios con nosotros”. Así comenzó la historia que cambió el rumbo de la humanidad. Esa es la naturaleza de una celebración que inicia la última semana de cuaresma, entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, es decir, el día de Pascua. El primer día celebramos la entrada de Jesús a Jerusalén, el Jueves Santo es la fecha de la Última Cena, el Viernes Santo se recuerda la crucifixión, el Sábado Santo es un día de duelo y, finalmente, el Domingo de Pascua celebramos la resurrección. Como podemos apreciar, se trata de una semana de recogimiento espiritual, orientada a recordar el sacrificio de Jesús, guardando respeto por su legado. Obviamente, en los actuales momentos, donde existe una tendencia a procurar borrar las cimientes de nuestras tradiciones religiosas y culturales, la Semana Santa ha sido tomada como espacio de libertinaje, juergas y orgías carnales, divorciadas del espíritu cristiano. Es por ello que cada año asistimos al conteo de muertes por accidentes de tránsito, por ahogamientos en playas y balnearios, por heridas corto punzantes y por ingestas desproporcionadas de bebidas alcohólicas. Sin contar las grandes cantidades de personas que llegan heridas a clínicas y hospitales. Esto, por supuesto, es lo contrario a lo que experimentan las familias que asumen la Semana Santa como una nueva oportunidad para compartir con la familia, amigos y vecinos en un ambiente distinto, iluminados por el evangelio de Jesucristo.
Desde los días próximos a la celebración de la Semana Mayor, comenzamos a escuchar la misma canción: las autoridades activan un plan de prevención. Se reúne el COE, cientos de voluntarios entrarán en acción, presentan listas de playas y balnearios vedados para el baño, las autoridades señalan que deben asegurar sus viviendas y propiedades para no caer víctimas de la delincuencia y así colocamos un largo etcétera, que culmina con los operativos en las carreteras para evitar imprudencias. Todo eso sería innecesario si los ciudadanos tomaran conciencia y asumieran un comportamiento acorde con la verdadera esencia de la Semana Santa.
Mientras tanto, reiteramos los mismos llamados, confiando que el próximo lunes vamos a escuchar las buenas noticias de que no ocurrieron víctimas mortales en el transcurso de una semana que tiene a Cristo como centro de atención, gratitud y veneración. Con Él, por la familia y la comunidad, vamos a acogernos al supremo llamamiento del Evangelio y hagamos de ésta una verdadera Semana Santa.