Cuando la extensa llanura del municipio comenzaba el proceso creciente de su expansión, surgieron varias comunidades que adoptaron el nombre de villa como elemento distintivo de identidad. Así surgió en la zona norte, al pie de la franja montañosa, la sección de Villa Güera, a unos escasos kilómetros de la ciudad de Baní. Poblada por familias trabajadoras, recostadas del arroyo de Güera, dedicadas a la crianza de ganado.
Con el paso inexorable de los años, la comunidad se fue proyectando como una cantera forjadora de jóvenes profesionales, amantes del deporte y las actividades culturales.
Hoy por doquier se observan figuras relevantes del derecho, de la educación y de otras ramas de la ciencia que ostentan con orgullo sus orígenes, destacando que son de Villa Güera.
Sin embargo, esa apacible y emblemática comunidad se ha ido quedando atrás. A pesar de las promesas lleva más de cinco décadas esperando que el Estado disponga la construcción del puente que les permita dejar atrás el peligro que les asecha en cada temporada de lluvias. Vale decir, que ese pedido beneficiaría a las comunidades del Manaclar y La Montería.
Y aunque la obra ha sido prometida y está en la carpeta del gobierno, todos esperan el día en que, desde el Estado, inicien los trabajos. Pero hay otros problemas que deben ser solucionados de inmediato, como la falta de agua potable que vienen denunciando las amas de casa.
Una situación que se torna desesperante cuando vemos a la entrada de la comunidad un tanque gigante que sirve de reservorio para llevar agua a la ciudad. Obviamente, en Villa Güera consumen agua potable gracias a un pozo que, según indican, no está en servicio. Eso debe ser resuelto por los funcionarios del Instituto Nacional de Aguas Potables INAPA, ya que dónde no hay agua es imposible vivir. Sólo basta recordar que deben disponer de recursos para adquirir el preciado líquido.
Otro factor de peligro, según lo denunciado por los vecinos, es la falta de iluminación, frente al flagelo de la delincuencia. Es decir, en Villa Güera están pasando las de Caín, sin un puente, sin agua potable, sin iluminación y con delincuentes que se aprovechan de la situación.
Por lo pronto, sólo existe la esperanza en las autoridades locales, porque hasta ahora nadie se ha apiadado de sus males.