La descomposición social ataca sin piedad todos los espacios de la sociedad, sin discriminar. Llegamos al colmo de sentir los azotes de la delincuencia en lugares donde la población sentía reverencia y respeto, como el caso de los cementerios.
Hoy contamos a diario decenas de historias que delatan las acciones dolosas cometidas por forajidos que profanan las tumbas para cargar con todo tipo de objetos. Y así vamos escuchando los lamentos de personas que sufren con impotencia cómo destruyen las puertas de capillas para cargar con baratijas. Estas escenas se reproducen con frecuencia en la mayoría de los cementerios donde impera la falta de seguridad. De ahí la necesidad de prestar atención a las denuncias, asumiendo brindar protección, mantener la limpieza y el control de quienes prestan servicios independientes. Es decir, de los que se la buscan en la construcción, limpieza y pintura de nichos y capillas. Todo esto debe considerarse como parte de la gestión permanente del ayuntamiento. Sin embargo, considerando que a principios del mes de noviembre acuden miles de personas a visitar los camposantos, tomar estas medidas preventivas es más que necesario. Obviamente, insistimos en la seguridad, ya que más allá del dolor por la pérdida que se ha sufrido, es triste observar cómo la delincuencia profana el sacro lugar donde reposan los restos de un ser querido.
Sabemos que la delincuencia ha crecido, y que no discrimina para atacar, pero es responsabilidad de los ayuntamientos brindar seguridad en los cementerios.
¡Estamos a tiempo!