Con frecuencia escuchamos los mismos reclamos que llegan hasta los medios de comunicación desde diversos sectores, barrios y comunidades de nuestra población. Situaciones que se agudizan por la falta de atención de las autoridades. Problemas de pequeñas dimensiones, cuyas soluciones conllevan pocas inversiones de parte del Estado. Sin embargo, son ignorados hasta alcanzar magnitudes colosales. Hemos llegado a pensar que esas diminutas obras no resultan atractivas para los contratistas, como tampoco para los funcionarios públicos. De ahí que necesidades puntuales, de soluciones sencillas, se convierten en grandes, llegando a requerir de inversiones millonarias. Así ocurre en comunidades como el distrito El Limonar, donde por falta de agua los moradores han tenido que protestar. Por igual se escuchan los reclamos de luminarias en la sección de Villa Güera, donde la oscuridad es aprovechada por delincuentes para cometer fechorías. Y ni hablar de La Montería, donde llevan años demandando un pequeño puente en el cruce del arroyo en Las Caobas. Obviamente, las obras más relevantes se consideran urgentes, pero es evidente el desaliento de los ciudadanos que sufren las consecuencias del abandono en sus afanes por recibir los servicios que está llamado a brindar el Estado. Son los comunitarios quienes pegan el grito al cielo cuando van a un centro de salud en busca de ser atendidos y salen con las manos vacías por falta de medicinas, y en muchos casos, hasta por falta de médicos. Si a esto se agrega el déficit del sector eléctrico, con apagones kilométricos y altas facturaciones. Entonces, llegamos a la conclusión, que son los pequeños problemas, esos que nunca observan las autoridades, los que agudizan las necesidades, fomentando protestas que terminan en enfrentamientos de impredecibles consecuencias.
Es por esa y otras razones, que llamamos a los funcionarios del presente gobierno a atender las demandas del pueblo, reconociendo que no hay males pequeños sino males que inician, crecen y se profundizan hasta causar la ira de los comunitarios. Mientras tanto, allá en el barrio, los que están sufriendo seguirán clamando para ser escuchados por uno de los tantos funcionarios que sirven al Estado. Ojalá que sus clamores y no las protestas generen las anheladas soluciones.