Desde hace tiempo, por no decir décadas, venimos conociendo, estudiando y analizando, los más ambiciosos proyectos de reforestación concebidos por técnicos calificados en el área medioambiental que buscan recuperar la cuenca del río Baní, ante los efectos nocivos de las devastaciones progresivas que se registran en su cauce y en las montañas donde nacen los manantiales llamados a suplir de agua a nuestras comunidades. En los últimos años hemos visto nacer y morir entidades creadas para tales fines. Hemos ponderado los esfuerzos de líderes comunitarios empeñados en revivir los caudales de un río cada vez más agotado y golpeado por los depredadores de los recursos naturales. El río que lleva el nombre de nuestro pueblo ha soportado en silencio la contaminación provocada por desaprensivos que arrojan desechos de todo tipo, las extracciones indiscriminadas de arena, la tala de árboles y hasta la falta de conciencia de las autoridades de medio ambiente, que gobiernos tras gobiernos se muestran indiferentes ante los signos de muerte que se ciernen contra el río que se escurre en nuestro municipio. A todo esto, permanece cuál bálsamo esperanzador, el esfuerzo permanente de la Fundación Monte Bonito, entidad creada sin fines de lucro, asentada en lo más recóndito de nuestras montañas con la encomienda de sembrar miles de árboles, como aporte sustancioso a la noble causa de recuperar los manantiales que fluían por el cauce de nuestro río.
Ahora que se aproxima la temporada de lluvias, es oportuno sugerir a las autoridades competentes, poner en marcha un programa de gestión continua de la cuenca en todas sus vertientes, con viveros y plantas suficientes, equipos para el manejo y canalización de sedimentos, brigadas de protección ambiental y control absoluto de la cuenca baja, media y alta para evitar que lancen desechos en el entorno. Pero sobre todo, crear conciencia sobre la importancia del río Baní para el desarrollo económico y social de los habitantes de nuestro pueblo. Educar, orientar y motivar a los moradores de los sectores y comunidades que convergen en las márgenes y en la parte alta, permitirán organizar las familias en núcleos de defensa al medio ambiente, y por ende, una mejor calidad de vida para nuestra gente.