Son muchos los ciudadanos que confunden su rol en la sociedad, colocándose de espaldas a la función con la cual han ganado notoriedad. Así encontramos empresarios de relevancia social que se creyeron en condiciones de saltar a la palestra política y han visto menguar su imagen empresarial sin lograr alcanzar un cargo de elección popular.
Los ejemplos son infinitos, porque igual ocurre con líderes religiosos, pastores, sacerdotes y ministros que concentran desde el púlpito a miles de seguidores, y se lanzan al ruedo político para terminar cosechando los frutos del desatino que conlleva a torcer el camino que en principio habían elegido, por aquello de – confundir- la gimnasia con la magnesia. Y es que no han sabido diferenciar el liderazgo social, religioso y político.
Así hemos visto rodar por el piso la base en la que se sustentaban ministros eclesiásticos, con arraigo y reconocimiento nacional, que confundieron la regla elemental definida por el pueblo con las palabras: no es lo mismo ni es igual.
Desde esa perspectiva, tenemos decenas de líderes comunitarios, sindicales y religiosos que han fracasado en sus sanos propósitos de enfrentar a los que desde el terreno político son reconocidos por la sociedad que aspiran representar. Esto no es casual, se trata del afianzamiento de los roles que de forma natural emergen para definir la imagen de cada individuo. Obviamente, la historia presenta casos excepcionales de individuos que han marcado la diferencia, pasando de los sacros templos al escenario político, saliendo de la cárcel a gobernar y de la gerencia empresarial hacia la administración estatal. Sin embargo, los casos no son abundantes y algunos terminaron en fracasos. De ahí la necesidad de meditar sobre las acciones a las que estamos llamados, para luego, no terminar frustrados culpando al pueblo del fracaso que hemos cosechado.
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𝐏𝐞𝐫𝐚𝐯𝐢𝐚, 𝐑.𝐃. 𝐄𝐥 𝐦𝐢𝐧𝐢𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝐄𝐝𝐮𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧, 𝐀́𝐧𝐠𝐞𝐥 𝐇𝐞𝐫𝐧𝐚́𝐧𝐝𝐞𝐳, 𝐚𝐧𝐮𝐧𝐜𝐢𝐨́ 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬 𝐥𝐚 𝐚𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐚𝐮𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐬𝐚𝐥𝐚𝐫𝐢𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝟖% 𝐚 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐨𝐜𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬.