La familia cristiana celebra en el mes de diciembre el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre entre nosotros para redimir a la humanidad del pecado. Es el acontecimiento más trascendente de la historia, y lo recordamos como el más grande acto de amor por nosotros.
Marcados por el espíritu festivo, nos anima el deseo de compartir, celebrar y acércanos en familia, reconociendo que la Navidad nos invita a mirar hacia el humilde pesebre de Belén, donde en medio de las limitaciones, y con una sentencia de muerte dictada por el Rey Herodes, llegó al mundo terrenal el más excelso de los hombres. Y es que siendo el Hijo de Dios, descendió a la condición humana para proyectar el paradigma ideal del fruto de la creación.
Desde esa dimensión espiritual, la Navidad se presenta como una oportunidad para asumir el compromiso de cambiar de rumbo, siendo mejores ciudadanos, alejados de las francachelas, el dispendio y actos indecorosos que perturban la sana convivencia. Cómo es posible que entrada la época navideña haya que dar riendas sueltas a las pasiones mundanas, extendiendo los horarios de bebidas alcohólicas, lanzando disparos al aire y produciendo ruidos innecesarios a altas horas de la madrugada. Por esas actitudes malsanas los gobiernos se ven obligados a lanzar operativos de seguridad por la proliferación de hechos delictivos en la sociedad.
Y lo que nadie puede ocultar son los tumultos que se generan en torno a los repartos de cajas navideñas, donde han sufrido fracturas personas envejecientes. Si bien es cierto que la Navidad nos invita a dar, es preciso compartir con los demás en condiciones de dignidad, abriendo el corazón para que nuestra buena acción sirva al propósito de Dios. Las Sagradas Escrituras recogen como sentencia irrefutable, que todos somos iguales ante la presencia del Creador.
Entonces demos lo mejor en condiciones de igualdad. Recordemos que ante aquel humilde pesebre donde nació Jesús, llegaron los Reyes cargados de los mejores regalos. Esos reyes no miraron las condiciones de precariedades en que Jesús había nacido para clasificar el valor del obsequio presentado. Ese es el mensaje para nuestros hijos, para los políticos, y para toda la sociedad.