Estudiaron, se prepararon y formaron para ejercer la profesión que eligieron por vocación. Sin embargo, por culpa de un sistema inhumano, decadente y carente de respeto al ser humano, despertaron atrapados en las garras de la explotación más degradante.
Se trata de los maestros contratados, los que salieron de las universidades con la ilusión de servir a la nación desde el Ministerio de Educación, asumiendo que serían admitidos como docentes por los niveles de competencia adquiridos desde las aulas. No obstante, a pesar de llenar todos los requisitos, pasaron años esperando los famosos concursos de oposición, hasta caer en la pesadilla de ser contratados por un salario denigrante, comparado a lo que se les paga a quienes nunca estudiaron.
Decir que los maestros contratados reciben 20 mil pesos mensuales, de los que se les descuentan dos mil pesos, sin un informe del por qué ni para qué de ese descuento, es indigno y humillante. Sin embargo, lo peor es que el Estado dominicano, al tiempo que los explota, los ha dejado varados sin un centavo desde el mes de junio.
Es decir, en medio de la pandemia del coronavirus fueron lanzados al olvido. Y como si fuera poco, el ministerio de educación los ha relegado hasta el punto de sacarlos de las capacitaciones docentes para el trabajo virtual, ya que según los informes sólo podían ser entrenados y capacitados los maestros nombrados.
¿Será que los contratados quedarán fuera del Sistema Educativo? Obviamente, esos docentes que sirvieron con entusiasmo al Estado tienen hijos, y sufren las calamidades propias del abandono. De ahí el llamado urgente al actual ministro de educación, Dr. Roberto Fulcar Encarnación, para que disponga proteger a los cientos de maestros que bajo la modalidad de contratos se han sumado a las tareas docentes. Ellos son seres humanos, son profesionales y están pasando por momentos difíciles en medio de una crisis que le cierra todas las oportunidades.
Peravia Noticias eleva su voz y clama por atención para estos dignos profesionales de la nación dominicana.