En todas las competencias, sin importar la naturaleza, todo el que participa quiere llegar a la meta. Unos compiten en buena lid, respetando las normas establecidas, mientras que otros prefieren violar las reglas para colocarse arriba. Son estos, los que sin temor a las críticas, prefieren llegar a la cima con el menor esfuerzo.
Y se acostumbran a estar arriba, asaltando posiciones políticas, disfrutando de la administración del Estado bajo el sortilegio de una imagen diseñada por expertos manipuladores de la opinión pública.
Lo triste y lamentable, es que los partidos políticos han caído en la trampa de colocar en sus cúpulas a figuras del mundo artístico, del teatro y la televisión, sólo para llamar la atención, dejando de lado a líderes visionarios, forjados en el trabajo social, profesional, político y comunitario.
Para los dueños absolutos de las franquicias políticas conocidas por el nombre de partidos, pesan más los empresarios que los dirigentes de ideales democráticos que vienen de abajo, de las entrañas de un pueblo que se identifica con ellos.
De ahí las críticas surgidas a raíz de conocerse los resultados de la vigésima primera convención nacional del Partido Revolucionario Moderno, en la que se puso de manifiesto la situación que estamos describiendo.
Dejaron fuera de la Dirección Ejecutiva al revolucionario, luchador progresista y defensor de los ideales democráticos, Rafael (Fafa) Taveras, al ingeniero Ramón Alburquerque y a una cantera de representantes genuinos de las bases de ese partido.
Sin embargo, fueron admitidos en el alto organismo, el ex dirigente reformista y actual ministro de Industria, Comercio y Mipymes, Victor (Ito) Bisonó, Roberto Angel Salcedo y otros que como ellos fueron encumbrados hasta lo más alto del PRM.
Es innegable el disgusto que se ha creado. Es inaceptable que los partidos políticos, más que organizaciones creadas para dirigir el Estado, luzcan divorciadas de los valores democráticos que pregonan de forma reiterada.
Lo ocurrido ayer en la convención del Partido Revolucionario Moderno nos llama a reflexionar sobre los obstáculos que debe enfrentar el liderazgo político a lo interno de los partidos que intervienen en un sistema -altamente corrompido- , donde lo único que interesa es estar arriba, sin que nadie les cuestione.
Voces disidentes, constructivas, analíticas y de experiencia no pueden ser relegadas y dejadas fuera de los organismos de dirección política, tan sólo por temor a las críticas. Eso, indudablemente, va en contra de las teorías democráticas, pero sobre todo, se constituyen malas señales que deben ser rechazadas, porque los partidos políticos tienen necesariamente que actuar de manera transparente de cara al pueblo que es quien los sustenta con sus impuestos.