Cuando los ciudadanos observan que sus autoridades trabajan sin orientación, sin la implementación de programas y planes de desarrollo, sin políticas definidas, dando señales de improvisación, se van creando las condiciones de irrespeto a las decisiones emanadas de las propias autoridades. Bajo esa premisa, podemos citar lo que está ocurriendo con el tránsito en esta ciudad.
Desde que las autoridades municipales aprobaron señalizar las calles, disponiendo la orientación de las vías, conforme a criterios urbanos que creíamos consensuados, llegamos a soñar con una ciudad organizada, sin el caos que se genera por el congestionamiento vehicular.
Sin embargo, a pesar de las expectativas creadas, y de los anuncios ofrecidos por funcionarios del cabildo, al cabo de unos días todo quedó en el vacío, porque las vías nunca fueron respetadas. Peor aún, con las referidas señales de tránsito, el caos se ha generalizado hasta provocar colisiones de vehículos cuyos conductores penetran en vías contrarias de forma temeraria.
A todo esto, se agrega el doble estacionamiento de vehículos en calles angostas, sin que los miembros de la DIGESETT impongan su autoridad.
Reconocemos que son muchos los problemas que afectan a la ciudad, que vivimos en un desorden que avergüenza: con esquinas atestadas de motoconchos, con semáforos deteriorados, y con las inconductas de muchos individuos que se burlan de la ley de tránsito. Pero no podemos ignorar que todo obedece a la falta de autoridad, a la improvisación y ausencia de políticas urbanísticas que permitan reorientar la ciudad, haciendo cumplir las normativas aprobadas.
El pueblo banilejo comienza a reconocer – que son las autoridades locales- las únicas culpables de lo que está ocurriendo. De ahí que sean las autoridades las que tengan bajo su responsabilidad la tarea de imponer el orden para recuperar la imagen de la ciudad.
Sólo con voluntad, visión y valores, lograremos revertir la cultura del caos que se está asumiendo como normal en una sociedad que busca vivir en paz.