Cada vez que la madre naturaleza nos bendice con la lluvia, resurge como espada desafiante, la más vieja de todas las problemáticas. Se trata de la crecida del arroyo de Güera, el cual impide el paso hacia las comunidades de Villa Güera, La Montería, y la zona cafetalera del Manaclar.
A esto se agrega, las condiciones deplorables de los tramos carreteros que esperan ser reparados en los parajes Sabana Indio, Las Caobas, Chempén, Los Yagüarizos y Cabeza de Toro, donde en los últimos años los moradores han demandado que sean asfaltados, pero nadie -hasta la fecha- los ha escuchado.
Cuando a finales de la década de los años 80 comenzaron a instalarse en las montañas del Manaclar las principales compañías de telecomunicaciones de la República Dominicana, tanto en Villa Güera como en La Montería, saltaron de alegría pensando que esas empresas facilitarían arrancarle al Estado los recursos necesarios para construir el puente y el asfaltado de las referidas vías. Sin embargo, los comunitarios han permanecido esperando, han realizado marchas, tocado puertas de funcionarios, y hasta han amenazado con marchar desnudos por las calles de la ciudad buscando ser escuchados.
Ahora que estamos en un nuevo año, la lucha que inició en el pasado siglo espera por mejores resultados, ya que los aguaceros llegan para recordarle a los comunitarios que siguen olvidados, marginados y abandonados por los malos políticos que dicen representarnos.
Mientras varias comunidades se ven afectadas por la caída de la lluvia -que debía ser recibida como un regalo de Dios-, sentimos que ha faltado voluntad política para aportar una solución, que por falta de una pequeña inversión para la construcción de un puente se condena a morir, por falta de atención médica, cualquier persona necesitada; sin embargo, en pleno siglo XXI, seguimos hablando de la mala suerte de quienes votan cada cuatro años y lo hacen por los mismos políticos que les prometen las mismas soluciones a los mismos problemas que padecen desde hace más de 30 años