Lo que ocurrió ayer en la cárcel local se puede definir como la crónica de una tragedia anunciada. Y es que los niveles de hacinamiento y la falta de atención de las autoridades han propiciado la secuela de males que venimos denunciando desde hace años. Sin embargo, de nada han servido los reclamos, ya que hasta la fecha a nadie le ha importado la suerte de cientos de seres humanos que por desgracia sobreviven en medio de la inmundicia, abandonados, en el peor de los espacios, sometidos a torturas y maltratos de quienes se presume están para proteger sus vidas.
La tragedia ocurrida dejó como saldo faltar la muerte del recluso Franklin Domingo Mota Santana, conocido como El Bore o Carlos Torres, quien según las versiones, se desempeñaba como preboste o mandamás del centro penitenciario. En el referido motín resultaron heridos otros reclusos, siendo necesario la intervención de miembros de la policía nacional para sofocar la reyerta dónde salió a relucir que allí, en el interior de la cárcel, se puede encontrar todo tipo de armas.
Ya se había denunciado que muchos se las ingenian para entrar sustancias prohibidas, celulares y otros objetos, pero lo más grave es que la cárcel local está ubicada en el asentamiento de la comandancia regional sur central de la policía nacional, a la entrada de la ciudad, en capacidad para alojar unos 150 reclusos y hoy alberga a más de 800 seres humanos. Ya en el pasado reciente, fruto de la insalubridad y el abandono, se produjo un brote de enfermedades que cobró la vida a varios internos.
Ahora nos alcanza esta tragedia que debe llamar la atención de las autoridades, entendiendo que deben escuchar las voces que se levantan en reclamo de que sea construido un moderno centro penitenciario. Ojalá que no tengamos que pasar por otras tragedias para que lleguen a escuchar los reclamos de un pueblo que está pidiendo que la cárcel sea trasladada a las afuera de la ciudad.