Son las denuncias que llegan a los medios de comunicación desde los barrios y sectores que son azotados por delincuentes. Denuncias con olor a muerte, denuncias teñidas de sangre, que duelen y espantan pero nada pasa. Se trata de las constantes denuncias que llegan de los humildes hijos del pueblo, de los que no cuentan para ser escuchados, y son relegados a sufrir las eternas pesadillas que provoca la delincuencia.
Y es que el bajo mundo de las drogas se está apoderando de los barrios, llenando de terror a sus indefensos habitantes. Las balaceras que se registran a plena luz del día son la muestra palpable de lo que acontece. Y ni hablar de la estela de muertes que van dejando los perversos exponentes de la violencia que nadie aguanta. Son pocos los barrios que escapan a esta realidad: los dueños de puntos de drogas se disputan a fuego el control de determinadas áreas de la ciudad. Así ocurrió en el sector Los Cajuilitos, donde elementos inmersos en el bajo mundo de las drogas, provocaron la intensa balacera que le costó la vida al joven Nelson Echevarría.
El pasado domingo, según cuentan los vecinos, mientras el joven se disponía a dormir, al escuchar los disparos sintió la curiosidad de salir a observar lo que acontecía, para ser alcanzado por las balas asesinas que le arrebataron la vida. Las versiones ofrecidas indican que en la calle Miguel A. Billini casi esquina Félix María del Monte, son frecuentes los enfrentamientos.
Y entonces, ¿dónde patrulla la Policía? ¿Por qué los delincuentes que comercializan con estupefacientes pasan desapercibido ante los ojos de las autoridades? Son preguntas que todos hacen pero quedan sin respuestas en una sociedad que se desangra.
Ojalá que la muerte del joven Nelson Echevarría sirva para que se agilice la instalación de la mesa de seguridad ciudadana, un tema que sólo suena por este espacio de noticias