Y no es para menos. Es la confirmación del porqué de los males que agobian a la sociedad dominicana.
¿Cómo entender que el Ministerio de Salud Pública pague año tras año la suma de 5 mil millones de pesos a empleados colocados en una nominilla, sin que realicen función alguna en esa institución del Estado?
La denuncia la hizo el presidente del colegio médico, doctor Wilson Roa, quien al dar la voz de alarma recomendó que en vez de pagarse esos recursos en “botellas” se destinen a mejorar las condiciones de los hospitales, muchos que -a su juicio- deberían estar cerrados por el deplorable estado en que se encuentran.
Entendemos que el gobierno debe interpretar la dimensión de esta denuncia que no se puede ignorar en un país con limitada inversión en el sector salud, con deficiencias estructurales, y una visión reducida de las prioridades que amerita la población. Bajo esas premisas, la denuncia del Dr. Roa debe ser escuchada, ya que no se concibe que en pleno siglo XXI el gobierno continúe creando vagos en la administración pública.
No es posible que se destinen 5 mil millones de pesos cada año -de las costillas- de quienes pagamos impuestos para financiar a individuos que no trabajan. Más aún, cuando en el sector salud hay tantas necesidades.
Sostener una nominilla con un gasto tan excesivo, es castigar a los que si trabajan, a los empleados y personal especializado, cuyos salarios son cada vez más reducidos. Pagar a los que no trabajan es alimentar la vagancia disfrazada de burocracia. Es dejar de invertir en construcción y reconstrucción de hospitales, en compras de medicamentos y equipos, mientras se pierden 5 mil millones de pesos en un barril sin fondo que nada aporta. Y así no es posible realizar los cambios que nos permitan avanzar.