La ancianidad es el resultado de lo que hemos logrado, de lo que hemos recorrido en la carrera de la vida, la etapa que todos queremos alcanzar y que se concibe como la antesala de nuestra despedida terrenal. Llegar a viejo es la consumación de un sueño que muchos se empeñan en quebrantar.
Sin embargo, más allá de esa reflexión, nos corresponde mirar hacia el hogar de ancianos, un centro de atención que subsiste por amor, casi olvidado, sin merecer la solidaridad de quienes pasan sin mirar la magna obra que se desarrolla por la gracia de Dios. En el día de ayer, señalado por la sociedad de consumo, como el día del amor, fueron pocos los que voltearon a mirar hacia ese remanso de paz, un espacio que surgió de la inspiración divina de una familia ejemplar integrada por el Dr. Benavides Báez (hoy fallecido) y su esposa Doña Judhit Perelló de Báez.
Ayer, el centro de rehabilitación brindó sus servicios de terapia física y consultas, mientras que el diputado Julito Fulcar compareció a celebrar con los ancianos en un día tan especial. Ojalá que todos miren hacia el hogar olvidado, el que espera de nosotros, de los empresarios y de las autoridades.
Mirar hacia el hogar de ancianos es confirmar que actuamos como verdadero cristianos, que sabemos honrar y respetar a quienes ayer aportaron al desarrollo de la sociedad y hoy esperan recibir las expresiones de amor de quienes aspiramos alcanzar la ancianidad en condiciones de dignidad.
Todos los días se prestan para manifestar amor por los demás. Entonces, miremos hacia el hogar de ancianos, donde esperan la mano de la solidaridad de los buenos samaritanos.