El mundo está lleno de personas que reniegan cumplir con su deber: seres humanos que actúan de forma irresponsable, violando las normas y disposiciones emanadas de organismos oficiales, y peor aún, son portadores de malos ejemplos en toda la sociedad.
¿Cómo es posible que sean los propios padres, madres y tutores de los alumnos, quienes después de largos feriados dejen de enviar sus hijos a las aulas? ¿Cómo explicar que sea en el seno de la familia donde se estimulen las conductas irresponsables que llevan al incumplimiento? La inasistencia a clases después del largo asueto de Semana Santa, es el termómetro que define el colapso de los valores en nuestra sociedad.
Estamos frente a una penosa realidad: en la República Dominicana, donde tenemos los niveles más bajos en la calidad de la educación, son los padres quienes prolongan las ausencias de sus hijos de los centros educativos. Los mismos padres que dejan de enviarlos a las escuelas son los que critican el sistema, y lanzan fuego contra los profesores cuando se pierde un día de docencia por causa de éstos.
Son muchos los padres y tutores que cuestionan la incapacidad del sistema para crear y diseñar estrategias en contra de estas fallas; sin embargo, lo que estamos viviendo es alarmante, ya que después de vacaciones, del feriado navideño, y de otros largos períodos de descanso, los grandes ausentes en las aulas son los estudiantes.
Entendemos los esfuerzos de las autoridades del sector educativo, de directores y maestros, pero la acción formativa nos involucra a todos, ya que es en el escenario de la familia donde se deben iniciar las transformaciones que impulsen la revolución educativa. Más que palabras queremos familias comprometidas.