Aquel 10 de mayo del año 1998 la sociedad dominicana quedó impactada con la noticia del fallecimiento del Dr. José Francisco Peña Gómez, el líder político contemporáneo de mayor proyección internacional en la historia republicana. Nació en La Loma del Flaco, en el municipio de Mao, hijo de inmigrantes haitianos que se vieron obligados a salir del país, debido a la masacre llevada a cabo en el año 1937 por el dictador Rafael Leónidas Trujillo.
Sus orígenes humildes no impidieron que se elevara hasta la cumbre, convirtiéndose en un intelectual de verbo florido, con un magnetismo natural que le llevó a conquistar multitudes, paseando sus ideas por toda Latinoamérica y varias naciones europeas.
Discípulo de Juan Bosch, cuando éste fue derrocado en 1962, Peña Gómez se reveló llamando a través de la radio, a la insurrección popular contra el golpe militar, pidiendo el retorno de Bosch y el respeto a la Constitución. Posteriormente se convirtió en el líder y timonel del Partido Revolucionario Dominicano, presidente de la Internacional Socialista para América Latina, y vicepresidente a nivel mundial de la misma organización.
Veinte años después de su sentido fallecimiento, el pueblo dominicano rinde homenaje de recordación al hombre que supo sostener con hidalguía la bandera de los principios sustentados por la ideología socialdemócrata, que prioriza en el ser humano. Su eslogan de campaña: Primero la Gente, es la reafirmación del compromiso por el cual se mantuvo en el campo de batalla.
Baní lo recuerda, ya que fue en las polvorientas calles del populoso sector de Villa Majega, donde pronunció su último discurso, su despedida terrenal en medio de una manifestación política de respaldo a los candidatos de su partido en esta provincia.
Y lo recordamos por su irrenunciable postura antireeleccionista, por su entrega a las causas justas y por su ardiente defensa de la democracia. Hoy, cuando han pasado veinte años de su partida física, a pesar de los homenajes, de los oficios religiosos y de los bustos y estatuas erigidas en su honor, el pueblo contempla -cómo sus proclamados discípulos- tiran por la borda los principios, y manchan la bandera blanca, traicionando su memoria, sin importar la historia de luchas y sacrificios.
Peña Gómez es un símbolo del pueblo dominicano, un ejemplo de superación, un digno revolucionario que debe ser emulado en momentos en que las ambiciones y sed de poder se presentan con mayor frecuencia en el escenario de la patria.