Llegar a la edad de 99 años es un privilegio del que pocos gozan, pero tener salud y lucidez es un milagro
Gisela Dilcia Lara Sepúlveda, a sus 99 años de edad guarda el gozo y la alegría en su alma y los manifiesta a través de sus aun lúcidas palabras de las cuales emana calidez y nobleza de su corazón.
Según cuentan sus vecinos, durante sus años de juventud, Gisela fue una activa dirigente comunitaria que participó en diferentes organizaciones comunitarias y políticas en busca de soluciones que afectaban a su sector, Los Barracones.
Llena de orgullo Gisela cuenta que todo lo que logró, fue gracias a su fuerza de voluntad, entereza y a la simpatía con la que siempre trataba a todas las personas a su alrededor.
Ella también colaboró para que esta cuidad banileja se convirtiera en la capital del dulce, porque su don culinario en esta área específica del buen degustar, la hizo merecedora del reconocimiento de la población banileja.
Con aproximadamente diez décadas de vida, se mantiene tan dulce como los ricos postres que en su época preparaba.
Esta longeva, es una humilde anciana que a pesar de haber dado mucho a la sociedad y haber tenido tres hijos, uno de los cuales falleció, vive en la extrema miseria, sostenida por la caridad de algunos vecinos.
Según cuenta Jacqueline Sandoval, esposa de uno de los nietos de Gisela, ella al igual que algunos vecinos, la asisten con la alimentación y su higienización diariamente pero no pueden dedicarle tiempo y el cariño que esta señora necesita, ya que tienen otros compromisos laborales y familiares.
De su lado, Ana Lara, una de las vecinas cercana a doña Gisela, narró como también aporta su granito de arena en los cuidados de la envejeciente.
Doña Gisela ya no puede sostenerse por sus pies, por lo que se traslada de un lugar a otro en una silla de ruedas, la cual se ha convertido en parte de su vida, a pesar de que se encuentra en muy mal estado.
Vive sola acompañada de Dios, y aunque fue reconocida recientemente por la gobernación provincial esta dulce dama necesita mucho más, que un reconocimiento en un acto, necesita alimentos, cuidados, el amor y compañía de alguien.
A pesar de la soledad, de la miseria y las limitaciones, Gisela es un verdadero ejemplo de humildad.
Las arrugas en su rostro muestran las marcas de los años, lo implacable del destino, pero también lo más dulce e importante, ‘’ la felicidad’’, la conformidad y la fe.
Es lamentable que en nuestro país no exista un centro especializado para tener a estas hermosas personas envejecientes y así puedan vivir sus últimos años llenos de dicha, amor y felicidad.
Doña Gisela, a pesar de que próximamente cumplirá sus 100 años de vida en este mundo terrenal y no puede valerse por sí misma, dice que espera de la vida aún mucho más.