Cuando de buscar votos se trata todos miran hacia arriba, reconocen los caminos, callejones y vericuetos por donde viven miles de seres humanos apretujados, en humildes casuchas, carentes de servicios básicos, llenos de precariedades, y marginados de las políticas sociales de todos los gobiernos.
Es decir, mirar hacia ellos es darse el famoso “baño de pueblo” que cada cuatro años se recomienda a los políticos para pasar la prueba final.
Y así están los que moran en la zona, en el norte de la ciudad, donde pocos se atreven a mirar para cambiar su suerte. Y están ahí, esperando silentes que vuelvan a prometer la ensarta de obras que merecen.
¿Será que para los funcionarios al servicio del Estado, en Baní no existe la zona norte? ¿Cómo es posible que a la zona más poblada, donde se evidencian tantas necesidades, nunca lleguen soluciones por parte del Estado dominicano? Para muestra contamos con tramos carreteros abandonados, sin puentes sobre el Arroyo de Güera y en el Paso de Los Hierros, con un deficiente sistema eléctrico, con áreas donde no llega una gota de agua, sin un centro hospitalario, con un centro educativo en La Saona, cuya construcción fue abandonada hace varios años, y con un rosario de calamidades que nadie aguanta.
Pero están ahí, en el mismo lugar, donde pocos se atreven a llegar más que para abrir el saco de promesas que alimentan la esperanza de los comunitarios, los que hasta ayer estaban soñando con la construcción de la avenida de circunvalación por el corazón de la zona, como una alternativa de desarrollo que todos esperan, y que tristemente, el Estado le niega. Allá arriba, en el norte del municipio, agarrados de Dios, viven cientos de familias: dignas de mejor suerte.