Para no herir ni molestar hemos tenido que generalizar, asumiendo las graves fallas que otros vienen reproduciendo para desgracia nuestra. Y es que desde el día que iniciamos la cuarentena hemos tenido que lidiar con un conjunto de individuos que no atienden ni respetan las medidas adoptadas para prevenir la expansión del coronavirus. Para esa casta de ciudadanos no existe temor al contagio, se pasean sin ningún tipo de protección y utilizan la mascarilla sólo para entrar a las entidades bancarias y centros comerciales, pero una vez en la calle vuelven al destape, sin distanciamiento y actuando como si todo hubiera pasado.
Bajo la cruda realidad de la pandemia, con la amenaza de que se fortalece y contraataca para causar más tragedias a la familia dominicana, tenemos que cuestionar el pobre desempeño de las autoridades, las que no pararon de provocar tumultos en las calles repartiendo alimentos sin control, las que se hicieron de la vista gorda frente al famoso peregrino y las que pusieron el mal ejemplo encabezando caravanas políticas como si se tratara de una chercha. Ahora, luego de que los incautos y desenfrenados ciudadanos creen que todo ha pasado, que ya no existe el coronavirus y andan amontonados por todos lados, tenemos que aplicar medidas represivas, drásticas y sostenidas para retomar el toque de queda con la seguridad de su obligatoriedad.
Lo que hemos visto en el monumento de Santiago y en varios centros de diversión de esta ciudad, es una muestra de la realidad. El coronavirus existe, está entre nosotros y se niega a irse, porque son muchos los que bailan, ríen y cantan para que nunca se vaya. Ojalá que las autoridades tomen las decisiones acertadas para que volvamos a la cuarentena y evitemos más muertes provocadas.