El vertedero municipal de Baní se ha convertido el lugar de labores de seres humanos que se sienten desplazados de los trabajos tradicionales.
Al llegar al lugar no se visualiza por la humareda quienes son los buzos que se ganan la vida clasificando todo tipo de objetos que para otros son basuras, pero para ellos son mercancías valiosas que le permiten seguir viviendo.
En el vertedero de Baní se respira de todo menos aire puro. Aquí los adultos, jóvenes y niños se mantienen al asecho de los camiones con los desperdicios entre ellos botellas, plásticos, metales y todo tipo de objetos que representen algún valor aunque para ellos tengan que bucear en la inmundicia.
Para ellos el peligro no existe, ni las enfermedades y menos el desaliento pues los niños principalmente recolectan sus mercancías sin mascarillas, guantes y otro tipo de indumentaria que lo pueda proteger del humo, de una herida o una bacteria.
Sin embargo Rafael ha tenido que refugiarse en el vertedero para poder seguir ganándose el sustento al narrar que fue despedido de una fábrica en la ciudad de bani al momento de enfermarse.
Aunque hay planes de modernizar este lugar, con un edificio que recicle los desperdicios, mientras llega esta promesa de todas las autoridades, los buzos siguen sumergiéndose en la basura.