Ha sido la causa de millones de muertes, devastaciones, desgastes físicos, pérdidas materiales y la raíz fundamental de una serie de males sociales que dejan secuelas irreparables.
Es la peor de todas las epidemias, aunque muchos la consideran una pandemia que castra las posibilidades de desarrollo, al punto que se le atribuyen más pérdidas humanas que las que se registran en guerras y catástrofes naturales. Se trata de la corrupción administrativa, la que se produce a todos los niveles del Estado, contando con la complicidad de quienes ocupan funciones dentro de instituciones fiscalizadoras y órganos de justicia.
Es decir, cuando se hurtan los recursos del pueblo y los culpables logran blindarse, sin que caiga sobre ellos el peso de la justicia. Y así se habla de la falta de transparencia, de jueces benignos, de manejos turbios y enriquecimiento ilícito, pero todos, con el traje de corruptos, se mofan de quienes trabajan de manera pulcra, dejando el mensaje de que es posible saquear al Estado sin que existan consecuencias, -gracias a sus habilidades-
Desde esa visión, la corrupción como pandemia ha diezmado la producción alimentaria, limitando el desarrollo agrícola, las construcciones de obras, la compra de medicamentos esenciales y las oportunidades educativas de muchas comunidades.
De ahí que miles de niños mueran cada año en los hospitales, por desnutrición y enfermedades inmuno-prevenibles, que crezcan los niveles de desempleos, el desabastecimiento y carestía de productos de primera necesidad, las muertes por enfermedades catastróficas y carencias de todo tipo. De ahí la importancia de combatirla, asumiendo la responsabilidad de sanear la gestión pública, adoptando medidas preventivas que impidan dañar los órganos del Estado. La tarea es vital, urgente y necesaria. Es una acción patriótica que debe ser encarada con determinación, caiga quien caiga, sin importar su jerarquía social o política.
Desde esa perspectiva, debemos apoyar las acciones emprendidas por el señor presidente de la República, Luis Abinader, quien desde el primer momento ha dado luz verde al Poder Judicial para que actúe con verdadera independencia, sin las tradicionales injerencias que arrastraba la falta de transparencia y de institucionalidad del Estado dominicano.
Lo que observamos es un presidente empeñado en actuar diferente, decidido a marcar un antes y un después frente a las maniobras corruptas, enderezando la ruta del despilfarro de recursos que le ha robado a la República la oportunidad de convertirse en La Meca del desarrollo económico de Latinoamérica. “Frenar la corrupción, blindar el Estado contra los corruptos y sentar las bases legales que permitan prevenirla” es la tarea del presente, para que el pueblo pueda gritar: Por fin, logramos recuperar la credibilidad en la gestión pública…
UNA ENFERMEDAD PELIGROSA
Editorial de Peravia Noticias jueves 27 mayo 2021