Nadie puede ignorar que en todo el territorio nacional, como en muchos países de Latinoamérica, los temas que más preocupan son los relacionados con la violencia, la criminalidad y la delincuencia. Llevamos décadas hablando de inseguridad ciudadana, de los altos índices de hechos delictivos, y hasta de padrinos poderosos, comprometidos con bandas de forajidos.
Es decir, conforme pasan los años, los actos vandálicos han dejado de considerarse como casos aislados para ocupar espacios en la Agenda Nacional, cobrando importancia por su gravedad, ya que en el plano internacional comienzan a alertar a los turistas sobre la peligrosidad de viajar al país.
Frente a esa realidad, los organismos oficiales, más que tomar medidas para enfrentar el fenómeno, recurrían a subestimarlo, maquillando las estadísticas.
Sin embargo, es oportuno aclarar que la violencia, contrario a la delincuencia, se intensifica por factores sociales, económicos y psicológicos, que deben ser tratados a profundidad a través de un programa de políticas públicas dirigido por el Estado, con la participación de toda la sociedad.
La violencia aparece, ataca y destruye las bases de la familia, genera inseguridad, muerte y desequilibrio social. Es un fenómeno complejo que merece ser abordado a partir de una estrategia nacional.
Hablar de feminicidios, agresiones y muertes a parientes cercanos, actitudes salvajes por simples roces de vehículos o por un estacionamiento de vehículos, son algunos de los cáusales directos de tragedias irreparables.
Obviamente, no podemos ignorar el hecho de que el consumo de drogas se ha convertido en otro de los factores catalizadores de la violencia criminal.
Sin embargo, el flagelo de la delincuencia está comenzando a tocar las fibras más sensibles de la sociedad. No es casual que a la plantilla de acciones delictivas se hayan incorporado los asaltos a autobuses de pasajeros a plena luz del día. Eso sólo ocurría en otros países de Latinoamérica.
Partiendo de la ola de atracos, la inseguridad y otras modalidades de vandalismo, el presidente de la República, Luís Abinader, dispuso los patrullajes mixtos de policías y militares, con el propósito de tomar el control de los barrios y sectores de las ciudades del país.
Y fue más lejos al señalar que tiene un plan “como nunca antes se ha ejecutado” y, aunque el tema fue abordado de manera improvisada, vimos a un mandatario preocupado por el auge del flagelo social que más recursos absorbe del Estado, sin que el pueblo haya visto hasta ahora el más mínimo resultado. Todo lo contrario, lejos de menguar, la delincuencia se ha incrementado.
Finalmente, lo que queremos establecer es que la violencia se refleja por las conductas agresivas que manifiestan los individuos, mientras que la delincuencia se materializa por la inversión de valores sociales en un espacio determinado, y puede estar acompañada o no de conductas violentas o criminales. En todo caso, lo fundamental es poner en marcha un plan nacional dirigido a prevenir los factores causales de los flagelos sociales, porque de lo contrario, no bastarían ejércitos ni recursos del presupuesto para combatirla.