Desde tiempos antiguos la humanidad ha requerido ser encausada, guiada y orientada por los caminos iluminados con la tea resplandeciente de la sensatez. Todo razonamiento parte del principio irrefutable de la lógica que es inherente al ser humano.
Pensar y reflexionar sobre las consecuencias futuras de nuestras acciones, conllevan a ponderar la conveniencia o no de ponerlas en prácticas. De ahí el valor de razonar, como sello particular del individuo que se distancia del animal. Aquí no se trata de compartir un tratado de ética ni moral.
Tampoco venimos a compartir los contenidos del “Oráculo manual y arte de la prudencia”: una obra literaria perteneciente a la prosa didáctica de Baltasar Gracián, en la que, a lo largo de trescientos aforismos, se ofrece un conjunto de normas para triunfar en una sociedad compleja y en crisis, como lo era la del barroco, y que por desgracia, nos alcanza a nosotros.
Obviamente, estamos frente a una crisis prolongada, creada y manipulada desde las más altas esferas del poder. Sin embargo, es en medio de la crisis cuando aflora y se proyecta con más fuerza la capacidad del ser humano.
Es a partir de esa realidad que consideramos como un desatino, que en momentos difíciles, con una economía constreñida, donde se multiplican las necesidades básicas, y crecen las demandas sociales, aparezcan funcionarios al servicio del Estado con la poca vergüenza de elevarse los sueldos con sumas exorbitantes.
Esto podría interpretarse como una burla a los ciudadanos y, al mismo tiempo, como un hecho premeditado para hacerle daño al gobierno encabezado por un mandatario como Luís Abinader, valorado por sus esfuerzos por adecentar la gestión pública, optimizando los recursos de manera pulcra. Ver a funcionarios imprudentes, como han sido calificados por el presidente, indica que muchos van a los cargos a “buscársela” sin medir consecuencias, actuando de espaldas a la ética y el razonamiento. Aumentarse los sueldos, de por sí jugosos, es una falta de respeto a quienes sobreviven sin empleos, rayando en la marginalidad y llenos de dificultades que se reproducen por falta de políticas sociales.
Son esos los que están pasando balance para declararlos como engendros del averno, sin conciencia para medir las consecuencias de las imprudencias que vienen cometiendo.
Y es que un funcionario que para servirle al pueblo requiera de un salario de un millón de pesos, debe contemplar trabajar en el sector privado para que pueda ganarse con su trabajo el sueldo deseado.
Por lo pronto, Peravia Noticias recomienda a los servidores del Estado, que se lean el Arte de la Prudencia, porque los conceptos de Baltasar Gracián, aún están vigentes en nuestra sociedad.