Es la verdad, los dominicanos nos estamos acostumbrando a recibir las facilidades del Estado. En otras palabras, a abrir las manos para recoger migajas que nunca permitirán saciar el hambre o dar respuestas a las necesidades de los ciudadanos. Claro, nos referimos a los de abajo, a los que han convertido en una carga para el Estado. Sin embargo, todo ha sido fríamente calculado.
Paso a paso han ido creando las bases de un paternalismo estatal con el fino traje de políticas de compensación social “dirigido a mitigar” la pobreza que crece y se esparce a velocidades extremas. Según los expertos, más que crear fuentes de empleos, antes que fomentar el espíritu cooperativo o incentivar emprendimientos, lo más conveniente para los gobiernos es destinar fondos para “ayudar” a los millones de pobres que gravitan por todos los rincones de la República.
Así llegaron los bonos, cuál remedios para aliviar la miseria. Y poco a poco, los han ido diversificando para suplir las necesidades de alimentos, gas, electricidad y otras menudas problemáticas que asechan a los compañeros eternos de la pobreza.
En ese contexto social no es de extrañar que en las altas esferas del Estado, muchos funcionarios acudan a los bonos como alternativa de soluciones a problemas que se han acumulado durante años.
Así escuchamos al nuevo ministro de Educación, Ángel Hernández, quien acaba de anunciar que esa institución otorgará a los colegios privados un bono escolar por la suma de 500 dólares para los estudiantes que no encuentren cupo en las escuelas públicas durante el año escolar 2022-2023. Según él, la disposición se realizará bajo un acuerdo tripartito suscrito entre la entidad educativa, el colegio y la familia del estudiante afectado, y será un único pago ascendente a RD$ 26 mil 300 pesos que serán transferidos al colegio elegido por el estudiante que haya quedado sin cupo en los centros públicos.
Realmente, es “gratificante” sentir la preocupación del ministro de educación, quien además anunció que los estudiantes recibirán un “bono extra” para la compra de uniformes y libros de textos del colegio donde les toque inscribirse. También recibirán raciones de comidas crudas de las que entregan en las escuelas públicas.
Vale decir que serán bien recompensados los que se queden fuera de los centros educativos del sector público.
A todo esto, nos asaltan muchas preguntas, pero las más significativas, son ¿dónde estaban esos 136 mil estudiantes? ¿Qué hacía el Estado para garantizar su entrada a las aulas en los pasados años? ¿Cómo se justifica que se hayan acumulado más de RD$ 4 mil millones de pesos -del cuatro por ciento- del presupuesto nacional, y que hoy falten miles de aulas para garantizar la educación a cientos de miles de estudiantes?
Es sorprendente, y a la vez bochornoso, que en todo el territorio de la nación haya que pagar 500 dólares a colegios privados para cubrir una negligencia del Estado dominicano.
¡Qué mal andamos..! Gastando millones de dólares a la garata con puño, acuñando el dicho popular que reza: “A lo que nada nos cuesta hagámosle fiesta”.