Ha sido denunciado, cuestionado y rechazado por la mayoría de los ciudadanos; sobre todo, por quienes reconocen las futuras consecuencias de un negocio ilícito que delata la falta de conciencia de malos dominicanos que se lucran sin importar los daños que ocasionan a la soberanía e identidad de la República. Así como lo oyen. Durante muchos años venimos escuchando el tema de la invasión pacífica de nacionales haitianos a suelo dominicano.
Sin embargo, lo que está ocurriendo nos llena de espanto. Mientras parece que perdemos el tiempo denunciando, continúan llegando a los hospitales públicos del país miles de mujeres haitianas embarazadas para parir aquí.
La invasión de vientres sigue indetenible, cerrando el pasado año con la astronómica suma de 40 mil partos en los centros de salud del Estado.
Es decir, más del 30 por ciento de todas las que fueron asistidas con fondos públicos. Como podemos observar, las cifras en vez de bajar tienden a aumentar, representando una seria amenaza para la nación dominicana, más allá del gasto millonario que representa para el Estado.
Y es que las parturientas haitianas reciben atenciones gratuitas, y una vez son atendidas, se quedan a residir ilegalmente en nuestro país. Mientras tanto, lo peor es que las autoridades de migración no prestan atención a la situación y seguimos escuchando el discurso del presidente de la República, denunciando en organismo internacionales que la República Dominicana no puede cargar con la crisis haitiana, pero aquí se hace lo contrario. Por lo que observamos, no existe una real voluntad para frenar el negocio millonario del tráfico de haitianos porque hasta ahora ninguna medida ha sido efectiva contra las mafias que traen las parturientas haitianas.
Una mafia que destruirá la nación dominicana en corto y mediano plazo. Reconocemos las precariedades que confrontan nuestros vecinos. Y en múltiples ocasiones hemos levantado la voz para que la comunidad internacional acuda a colaborar para garantizar la seguridad y la paz social en una nación afectada por la violencia y la criminalidad impuesta por las bandas que controlan la mayoría del territorio.
Claro está, además de lo anterior, existe algo peor, y es la pasmosa indiferencia del pueblo dominicano que luce no tener conciencia de lo que está pasando. La invasión de vientres es un atentado a la integridad de la República Dominicana, por lo que es un deber patriótico detenerla de inmediato. De nada servirá el muro fronterizo, como tampoco servirán los discursos del presidente de la República ni las redadas de indocumentados, si continúan llegando en masa las miles de parturientas haitianas a los hospitales que están abiertos gracias a los ciudadanos que pagamos impuestos. Hay que pasar de la palabra a los hechos antes de que se produzca la fusión entre Haití y la República Dominicana. Es urgente señor presidente.!!