Sus huellas resaltan, se evidencian y hablan de la dimensión humana de quienes por amor entregan el corazón bajo el impulso vital de la solidaridad ejercida por la fuerza de la vocación de servicio que enaltece y dignifica. Nos referimos a una organización de carácter no lucrativo, cuyos miembros fundadores acuñaron el lema de la madre Teresa de Calcuta: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Se trata de la Fundación Farach, la viva estampa del humanismo social cimentado en el principio de amar al prójimo como a ti mismo. Una entidad dirigida por doña Matilde Cruz de Farach, una dama distinguida oriunda de Baní, que junto a su esposo don Alejandro Farach se han propuesto elevar la calidad de vida de las comunidades más empobrecidas y marginadas de la República Dominicana. Y como doña Matilde es banileja, no es de sorprender que sus aportes se perciban por doquier, llegando a todos los sectores; sobre todo a los más vulnerables, a través de acciones que dignifican sus condiciones económicas, humanas, educativas, culturales y medioambientales.
Llegar a las comunidades y ver la construcción de pozos, ejecución de proyectos y el desarrollo de actividades que transforman las condiciones de vida de cientos de familias es la confirmación de la naturaleza altruista de la fundación Farach. Sin dudas, la población peraviana profesa la más excelsa gratitud a una pareja de esposos que se constituyen en paradigmas del servicio en toda la sociedad. La fundación Farach es un ejemplo a seguir, un faro de luz que invita a reconocer la grandeza de los sentimientos de nobleza que se anteponen a las mezquindades humanas. Son muchos los que se han beneficiado de las jornadas masivas de distribución gratuitas de medicamentos y diferentes donativos en nuestras comunidades, así como la construcción y remodelación de planteles escolares, centros comunales y dispensarios médicos en diferentes puntos de la geografía nacional. Por igual facilitan becas y talleres de aprendizaje en los sectores y comunidades vulnerables, para su educación y posterior desarrollo. Los alcances de la solidaridad van más allá, porque la fundación Farach colabora con proyectos de reforestación y preservación de los recursos naturales en nuestras comunidades. Y si pasamos balance, han sido tantos los aportes en la provincia Peravia que no alcanzaría el tiempo para resaltarlos. Sin embargo, justo es recordar la construcción del segundo nivel del edificio de la Asociación Dominicana de Rehabilitación ( Filial Baní) y la posterior construcción del anexo de doce cubículos para la ampliación del área de terapia física. Luego donaron un millón de pesos para el remozamiento del edificio del Cuerpo de Bomberos y construcción de pozos para el abastecimiento de agua. Y llegaron a la comunidad de Las Tablas, abriendo la primera y única escuela de cetrería para rescatar la tradición de elaborar sombreros, macutos y carteras con palmas de cana. Luego pasaron a Villa Sombrero, apoyando a mujeres organizadas para confeccionar una amalgama de objetos de materiales que eran considerados como desechos. Podemos pasar horas contando miles de historias que han cambiado la vida de miles de personas, pero igual vamos a encontrar que don Alejandro y Matilde aportan en silencio sin buscar los flashes de las cámaras. Finalmente, debemos resaltar que la fundación Farach se propone continuar la formación y capacitación técnica para elevar las condiciones de vida de cientos de familias en esta provincia.
Por eso decimos con sobrado orgullo que la Fundación Farach, más que una entidad, es un monumento a la solidaridad.