La sociedad está amenazada por uno de los flagelos sociales que merecen ser estudiados a profundidad por profesionales de la conducta humana. Es una enfermedad que cobra fuerza, ataca y atormenta por las implicaciones que arrastra. Es evidente que de no detenerse podría degenerar en una epidemia capaz de frenar las actividades sociales, llegando a afectar el turismo. Es decir, puede impactar negativamente a niveles impredecibles.
Se trata de la violencia que se presenta en todos los ámbitos de la vida social. Ya hemos sufrido de cerca las tragedias ocurridas por rencillas que nadie imaginaría que culminarían en hechos sangrientos, con saldos de muertos por actitudes irracionales e inexplicables. Muertes por leves roces de vehículos, por discusiones estériles, por deudas pequeñas, por la ocupación de un parqueo y hasta por una palabra fuera de tono. Lamentablemente, los dominicanos estamos perdiendo la cordura.
La violencia raya en locura, en insensatez y falta de cordura. Y todo comienza por discusiones vacías, donde prima la falta de entendimiento y razonamiento que provocan reacciones repentinas. De ahí la necesidad de poner en marcha un programa de saneamiento psicosocial orientado a desmontar los altos índices de violencia. Vivimos alterados, con la guardia en alto, dispuestos a enfrentar al primero que se encuentre al lado, provocando e intimidando, con el agravante de que los violentos andan armados, dispuestos a cegarle la vida a cualquier ser humano. Y como están enfermos, siempre estarán justificando su mal proceder. Son esos los que golpean y maltratan a sus esposas, hijos y amigos. Son los que nadie quisiera tener de vecinos y mucho menos encontrarse en el camino. Recientemente, en esta ciudad ocurrió una tragedia, luego de una acalorada discusión en una tienda, cuando ambos prestaban servicios. El occiso fue herido de muerte por una reacción violenta. Como esa tragedia son muchas las que se cuentan, trascienden y se convierten en noticias que circulan a nivel internacional.
Ojalá que desde El Estado el Sistema Nacional de Salud asuma implementar un programa de saneamiento mental que permita recuperar la capacidad de razonar en la generalidad del pueblo dominicano.