Así es. No hay que recurrir a expertos internacionales para reconocer que la mayoría de los males sociales se agudizan por la irresponsabilidad de muchos ciudadanos que ocupan funciones públicas sin la más mínima intención de servirle a la población. Los encontramos en todas partes: individuos que se sientan en confortables oficinas para castrar el desarrollo social, colocándose de espaldas a las soluciones que deben procurar. Y así vemos postergar durante décadas, los problemas que por falta de voluntad política tenemos que soportar.
Funcionarios que no funcionan, autoridades que nadie respeta, dirigentes pocos diligentes y ciudadanos que desconocen sus derechos, son elementos que arrastran a los pueblos por la ruta del abandono, proclives a padecer vejaciones, a vivir de rodillas, a merced de políticos que les tienden la mano para llevar migajas de las grandes tajadas que reciben del Estado.
La falta de gerencia es la madre de todas las desgracias, y se vincula a la falta de institucionalidad que vive el Estado dominicano. Para citar un ejemplo, observemos en esta ciudad el pobre desempeño de instituciones llamadas a resolver el problema cloacal en una población que no resiste más los niveles de contaminación que se generan por el derrame de desechos que fluyen sin control. Pero lo más grave y lamentable, es que a nadie parece importarle la salud de la población.
Igual ocurre con los ruidos que se generan en diversos espacios de la ciudad, sin que aparezca un representante de instituciones dispuesto a cumplir con su deber. Y cobran en la Policía Nacional, cobran en salud pública, cobran en el Ayuntamiento, cobran en el Ministerio de medio ambiente, y cobran en el COBA, porque para cobrar son como escobas pero nada de accionar a favor de los ciudadanos que dicen representar.
Ojalá poder resucitar a valiosos ciudadanos que sin necesidad de integrar comisiones prestaban un servicio ejemplar a la sociedad. Recordamos a Doña Zaida Ginebra de Lovattón, quien desde la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos infundía respeto, a la hora de cumplir con su labor.
Hoy la sociedad dominicana carece de ciudadanos que se eleven y destaquen como gerentes, actuando conforme a la ética del servidor público, que se preocupen por servir a la población y se comporten a la altura de la posición que van a ocupar. Entre tanto, tenemos derecho a soñar.