Así se encuentra el Estado dominicano, con una abultada nómina pública, pagando altos intereses por concepto de deudas, y asumiendo el costo de una democracia que se sustenta en la asignación de recursos a los partidos políticos. Vivimos en una nación donde el derroche de los fondos públicos se ha vuelto una práctica aceptada como normal, mientras crecen las desigualdades sociales.
Sólo basta observar el régimen de pensiones, donde humildes trabajadores reciben la mísera suma de 5 mil pesos mensuales, después de haber aportado sus fuerzas de trabajo, mientras que los afortunados funcionarios de cualquier dependencia del Estado se autopensionan con cientos de miles de pesos mensuales.
Ahora que se ha anunciado que la celebración de primarias de los partidos políticos conlleva un gasto de más de mil quinientos millones de pesos que deben ser pagados de nuestros impuestos, sentimos el peso de la frágil democracia que carga el pueblo dominicano.
A todo esto nos preguntamos, ¿por qué los partidos políticos no asumen celebrar sus primarias con los recursos que reciben de la Junta Central Electoral? Así lo propuso el precandidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno, licenciado Luís Abinader, lo que entendemos debe ser valorado.
Es tiempo de poner un alto al gasto desenfrenado en que incurre el Estado, para priorizar en áreas de la producción que están estancadas, especialmente en el sector agropecuario.
Ojalá que un día no lejano, las autoridades y funcionarios que sirven desde las diversas instancias del gobierno y los organismos descentralizados, sean iluminados con el despertar de la parte humana que lleva a pensar en el pueblo y sus necesidades, entendiendo que hay que desmontar los gastos onerosos, estimular la inversión y crear nuevas fuentes de ingresos para la población.
Sin embargo, en el paquete no debe faltar la conciencia ética y moral que permita aplicar medidas contra el dispendio. Ya está bueno de que la nación dominicana sea el hazme reír por los altos salarios que devengan sus funcionarios, por la cantidad de cónsules en embajadas donde triplicamos a países desarrollados, y por el gasto desenfrenado en el sostenimiento de partidos políticos que se nutren de los fondos del Estado.
En otras palabras, pensemos en un pueblo que no percibe el supuesto crecimiento económico porque se queda en los bolsillo de un grupo de afortunados hijos de…. la patria de Duarte.