La presencia del dengue en el territorio nacional no es fortuita ni casual. Es una enfermedad endémica que llegó para quedarse en los espacios donde encuentra las condiciones adecuadas. Y como el vector que lo transmite es un mosquito, en países como el nuestro, con un clima tropical, tiende a reproducirse hasta convertirse en un peligro mortal para la población.
El dengue no respeta posición social, puede atacar en cualquier lugar, como ocurre en la actualidad, donde clínicas y hospitales se encuentran abarrotados, sin camas de internamientos disponibles, llegando en múltiples ocasiones a atender los pacientes en las emergencias.
Obviamente, estamos en una situación de emergencia, por lo que no se puede politizar una enfermedad que crece por falta de conciencia de la población y por la inercia de quienes están llamados a controlar enfermedades prevenibles con acciones focalizadas a eliminar los criaderos de mosquitos. Esa ha sido la debilidad y es preciso tomar las medidas precisas para desmontar los casos que se registran.
Son muchas las familias que están siendo afectadas. Son muchos los niños y adultos que están muriendo por culpa del dengue y es necesario que el Ministerio de Salud Pública, los ayuntamientos y juntas de vecinos, emprendamos la cruzada por la vida, eliminando los focos de contaminación, los corotos y cacharros que sirven de hospederos del mosquito transmisor del dengue y, por consiguiente, proceder a la fumigación en cada barrio o sector.
Según informes extraoficiales, cada día mueren pacientes por dengue. No se trata de alarmar a la población. Es una situación que llega a los medios de comunicación y causa preocupación, porque lo que no es nuevo y coge fuerza en determinados ciclos del año, no se concibe que pueda arrinconarnos.