Como dice el reconocido refrán: “Pueblo chico, infierno grande”. Una expresión popular que retrata las menudas formas de operar de quienes toman como instrumento el arte de criticar, denostar y maltratar con la intención retorcida de conseguir afectos y canongías a costa de pisotear la moral del prójimo.
Sin embargo, lo importante de la convivencia en demarcaciones pequeñas es conocer las historias que todos cuentan -y hasta lamentan- porque están sazonadas con el aceite de la verdad que nadie puede ocultar.
En un pueblo como el nuestro, donde todos nos conocemos, es imposible ignorar los aciertos o desatinos de nuestros vecinos. Lo que ocurre en un barrio o sector residencial es del dominio de toda la sociedad. De ahí que nadie pueda ocultar su identidad política, los favores recibidos de políticos, las defensas ardientes y hasta agresivas a funcionarios de cualquier gobierno, y por supuesto, a los que se desdoblan para aparentar que están en el litoral de la victoria y se afanan por arrojar lodo sobre aquellos que atentan contra sus retorcidos intereses.
Esa es la fuerza y la grandeza de pertenecer a un reducido espacio llamado pueblo, donde todos, absolutamente todos nos conocemos.
Desde antes -el Divino Maestro de Galilea- nos habló del modus operandi de los fariseos, los que disfrazados de buenos actuaban de espaldas a la verdad.
Claro está, esto ocurre a todos los niveles de la sociedad: siempre aparecerán quienes para brillar pretendan opacar la luz resplandeciente de los demás.
Aves de rapiña que muerden por envidia, porque, a pesar de los intentos continúan al ras del suelo sin poder remontar el vuelo. Son los que sufren el éxito ajeno y hacen hasta lo imposible por cortar las alas a quienes muestran actitudes de liderazgo. Obviamente, los conocemos bastante. Es esa la gran ventaja de vivir en un pueblo pequeño en términos de habitantes, pero grande en el reconocimiento de todos sus habitantes.
Es nuestra gran misión procurar rescatar el ideal de familia que estamos perdiendo, recuperando el espíritu de unidad y solidaridad que definía al pueblo banilejo como una etnia distinta.
Abogamos porque nuestros políticos se abracen a trabajar unidos por y para el desarrollo de esta provincia, y por una transformación radical en la forma de actuar y pensar de quienes ejercen la función de comunicar. Y esto, porque todos nos conocemos.