El llamado no es nuevo, es un clamor que llevamos años escuchando en todos los espacios, en foros internacionales, y ante organismos multilaterales donde se debaten temas trascendentes de carácter mundial.
Desde siempre, la República Dominicana ha abogado porque la comunidad internacional ponga en la agenda a la hermana nación haitiana. Sin embargo, a pesar de las voces que se han levantado, nadie parece preocuparse, y por consiguiente, nadie ha dado un paso adelante por Haití. Todos le han dado la espalda al país más pobre del continente.
Mientras tanto, el territorio dominicano se está llenando de ciudadanos haitianos que huyen despavoridos de la crisis social, política y económica que les reduce a la miseria extrema.
A esto se agrega la falta de autoridad que confronta el país vecino para tomar el control de un territorio secuestrado por el bajo mundo, donde las bandas de delincuentes secuestran, matan y asaltan a toda hora. Es por esa y muchas otras razones, que el gobierno dominicano emprendió una campaña internacional para buscar una salida urgente a la problemática haitiana.
Ya escuchamos el pronunciamiento enérgico y contundente del presidente Luis Abinader en el pleno de la Organización de las Naciones Unidas. Más adelante conocíamos de una convocatoria común hecha por los presidentes de República Dominicana, Costa Rica y Panamá, en igual dirección.
Sin embargo, la sana intención no ha causado ni frío ni calor a la comunidad internacional.
De ahí que los Estados Unidos no dice nada, mientras saca por la fuerza del látigo a los miles de haitianos que se encuentran a su paso. Y así miramos hacia Francia y Canadá, naciones que durante los años de esplendor de Haití supieron aprovechar sus riquezas, pero ahora, con Haití sumido en la pobreza, se colocan al margen de sus necesidades.
Es evidente, que las grandes potencias sólo apuestan a haitianizar el territorio dominicano, sin aportar soluciones a corto y mediano plazo. Ahora que las pandillas se están convirtiendo en la gran pesadilla para quienes visitan el país vecino, donde el terror se ha apoderado de la población, sin que las autoridades muestren la mínima posibilidad de tomar el control, podemos aspirar a una cercanía más directa de los Estados Unidos.
Y más aún, a partir del secuestro de 17 misioneros norteamericanos por parte de una banda de delincuentes en Puerto Príncipe, ya que conociendo las actitudes de los amigos del norte, esto se constituye en una justificación directa para una intervención en la vecina nación haitiana.
No es casual el llamado del presidente Abinader a los ciudadanos dominicanos para que no crucen al otro lado. Por el momento, aunque esperamos una política migratoria que logre frenar la invasión pacífica que se registra, la única esperanza descansa en la promesa de construcción del muro en la frontera dominico haitiana. De lo contrario, en pocos años habremos perdido la identidad dominicana.