Cuando las instituciones cuentan con representantes que buscan aportar al desarrollo, lejos de ponerles retrancas, obstáculos y limitaciones a los proyectos que presentan, lo ideal y conveniente es que sus ideas sean evaluadas para medir de forma consciente la factibilidad de aplicarlas.
Es decir, si las propuestas son provechosas y serán útiles para los ciudadanos, lo normal y prudente es que sean aprobadas.
En lo que atañe al ámbito municipal, si seguimos el curso de la tradición que impone la política vernácula, que bien pudiéramos llamar politiquería barata, lo que por años ha imperado en los gobiernos locales son las retrancas a proyectos que son concebidos con las mejores intenciones para aportar al pueblo.
Y esto ocurre por múltiples razones, siendo la principal, la retaliación política, donde grupos ponen zancadillas a las iniciativas surgidas desde otras parcelas adversas. Baní ha sufrido de cerca esa degeneración que afecta el liderazgo comprometido con el desarrollo social. Han sido muchos los proyectos que han sucumbido por el simple hecho de que sus proponentes no pertenecen al grupo que en ese momento ostenta la mayoría de ediles en la Sala Capitular.
Algo que debemos superar para avanzar por la ruta de la modernización del poder municipal.
Lo fundamental es que una gestión de gobierno debe ser concebida por los frutos obtenidos por el conjunto de funcionarios que sirven a la sociedad desde una misma entidad llamada ayuntamiento. Sus acciones repercuten a favor o en contra de quienes participan de la misma.
Entonces, vamos a ponderar y evaluar esas iniciativas, tomando en cuenta que de ser provechosas merecen ser ejecutadas. Desde ya reconocemos que en el concejo de regidores contamos con ediles que poseen talento, vocación de servicio y espíritu solidario, como venimos observando.
Escuchar que se está pensando en las madres solteras, en los enfermos mentales, en las mujeres víctimas de violencia de género, en los niños de la calle y en aspectos que resaltan los valores que definen la identidad cultural del pueblo banilejo, son más que suficientes para entender que existe un potencial que debemos aprovechar.
Y algo más: el pueblo está observando lo que se está haciendo, y al final, lo bueno o lo malo repercute en una institución llamada ayuntamiento.