Esa podría ser la conclusión con relación al deprimente espectáculo que se reproduce en el mismo corazón de la ciudad, donde mozalbetes han tomado las calles para “buscársela” sin que a nadie importe lo que está pasando.
Y es que no se trata simplemente de parqueadores inocentes que salen a ganarse la vida en una sociedad carente de oportunidades, sino que -en su mayoría- son jóvenes atrapados por flagelos sociales que les llevan a cometer hechos repudiables.
De hecho, muchos de estos sujetos son responsables de causar daños a vehículos cuando sus propietarios no corresponden a sus requerimientos. Son esos los que están convirtiendo el parque central en un arrabal lleno de cartones que son colocados en cristales de vehículos sin el permiso de sus conductores.
Otros emprendedores ofrecen los servicios de lavados exprés, a sólo metros de la Santa Catedral. Y ni hablar de otras menudas prácticas que alejan a las familias del entorno del parque central, en donde encontrar parqueos se ha convertido en una verdadera odisea.
Ese es el panorama que se refleja entre cartones, cubetas y corotos, más el alboroto de quienes viven a expensas del que llega con la intención de ir a la iglesia, o simplemente limpiar sus calzados. Sin embargo, lo peor, es que para las autoridades municipales esas acciones son normales y no hacen nada para devolverles a la ciudad su imagen tradicional.
Baní está reproduciendo en su centro el cuadro deplorable del abandono. Y los responsables son las autoridades que están de espaldas a las voces que se levantan en demanda de que tomen las medidas necesarias para adecentar la ciudad. Hasta ahora la espera ha sido larga y sin resultados, porque no han movido un dedo para corregir el problema.
Obviamente, esto demuestra la falta de coordinación y el poco liderazgo para encausar con responsabilidad las tareas que atañen a la municipalidad.
Ver que la policía municipal, la policía nacional, los que intervienen en el tránsito y los de planeamiento urbano, entre otros, están cada uno por su lado, actuando sin criterios de unidad, nos permiten pensar que los problemas seguirán. Y no es que seamos pesimistas, pero sin voluntad no habrá solución a la vista.
De ahí que los cartones en manos de parqueadores, y latas en manos de quienes lavan vehículos, continuarán adornando el parque central y dando la bienvenida a los feligreses de nuestra Catedral.