Desde que los Trinitarios concibieron la idea de fundar la República, apegada a los principios y valores cristianos, fundamentados en el respeto a las normas constitucionales, conforme al ideario del patricio Juan Pablo Duarte, apreciamos la coherencia existente entre el discurso y la práctica. Nada es más enaltecedor que predicar con el ejemplo. Las evidencias de la trayectoria se convierten en huellas permanentes que traspasan las barreras del tiempo.
Así lo entendían los forjadores de la patria. Sin embargo, quienes recibieron los frutos del esfuerzo de nuestros héroes, los que pasaron por a gobernar la nación dominicana, desde Pedro Santana hasta nuestros días, tiraron por la borda los principios de moralidad y decoro, apartándose de la ética en la gestión pública, para dar riendas sueltas a las maniobras corruptas que han castrado el progreso de la población.
Desde entonces, lo que más escuchamos son los demonios que persiguen al Estado, como la falta de honestidad, debilidad del sistema judicial, pocos niveles de transparencia, ausencia de mecanismos de persecución de ilícitos, y una ensarta de delitos que se quedan bajo el manto de la impunidad.
De ahí que el saqueo de los recursos de la administración pública, los famosos sobornos para la adjudicación de obras, las compras sobrevaluadas, la alteración de las nóminas del gobierno y las conocidas maniobras dolosas que se patentizan con el sello de legalidad que nadie puede sustentar de manera legal, pero que todos se niegan a suspender como las tajadas en comisiones por compras. Son tantas y tan diversas las formas de búsquedas en la administración pública, que la mayoría de los ciudadanos se niegan a creer que un funcionario honesto pueda superar las tentaciones a las que se ve expuesto.
De lo anterior sacamos a colación los últimos escándalos de corrupción, sin olvidar aquellos sonados casos que fueron descartados por jueces benignos que servían al entramado creado para blindar a los corruptos.
Así llegamos al espacio esperanzador creado por un gobierno respetuoso del poder judicial, que está actuando con estricto apego a las normas constitucionales.
Por eso vemos tantas operaciones en proceso, como la Anti Pulpo, Medusa, Coral, Coral 5 G, operación 13, entre otras que siguen el libre curso de la justicia. Y si a esto agregamos la aprobación de la ley de Extinción de Dominio que fue aprobada en segunda lectura por el Senado de la República, podríamos afirmar que se están dando pasos irreversibles en el combate a la corrupción.
Sabemos que el proyecto es controversial porque busca recuperar los bienes que provengan de hechos ilícitos, pero sin un régimen de consecuencias jamás alcanzaremos a hacer justicia en nuestra nación. Por eso creemos necesario abogar por la unidad de los sectores sensatos para frenar el saqueo de los bienes del pueblo. Porque sólo así habrá desarrollo en la sociedad dominicana.