Debemos prestar atención a lo que está ocurriendo en nuestra nación, donde haitianos indocumentados vienen cometiendo crímenes horrendos, inspirados en las atrocidades que se reproducen a diario en el país vecino. Los hechos sangrientos desbordan los límites del asombro. Desde ganaderos, productores agrícolas y empresarios, hasta dueños de colmados y personas que aparenten tener dinero, son presas fáciles de estos forajidos. Los ejemplos son alarmantes. Recordamos la masacre cometida en la zona fronteriza donde varios miembros de una familia cayeron en las garras de una banda encabezada por elementos armados de origen haitiano. Recientemente la población dominicana fue impactada por la noticia de la violación de una niña en San Francisco de Macorís, donde para colmo, los violadores (siete en total), procedieron a filmar el salvaje acto para subirlo a las redes sociales. Días después, un hacendado de San José de las Matas fue decapitado por un haitiano que laboraba con él, mientras que hace poco vimos con espanto como militares y agentes de Migración fueron agredidos con palos y tiros por grupos haitianos que se resistían a ser repatriados. Obviamente, pudiéramos amanecer contando historias repugnantes de casos que delatan las acciones salvajes de quienes llegan al territorio dominicano, supuestamente a trabajar, huyendo de la miseria y la criminalidad que va diezmando la población haitiana. Bajo esas premisas nuestro país se está haitianizando. Basta con detenerse en cualquier calle, entrar a los hospitales, a las escuelas, a las fábricas y centros comerciales, a las fincas y construcciones de obras. Y los vemos motoconchando, vendiendo frutas, y hasta engañando a los incautos con sus malas artes. Sin embargo, lo más preocupante es la cultura salvaje y violenta que vienen reproduciendo en tierras dominicanas. Nos estamos haitianizando y a pocos parece importarles lo que está pasando. Sentimos que las autoridades dominicanas lucen paralizadas, presionadas para no tocar a los delincuentes con caracteristicas haitianas, sin importar lo que hagan. La presunción se afianza en lo que ocurre en Higüey, donde las autoridades tienen que pensarlo muy bien para entrar al sector denominado El Hoyo de Friusa, por temor a ser atacados por los haitianos. Ante todo esto, el gobierno dominicano continúa deportando a los indocumentados, mientras que malos ciudadanos siguen trasegando y, lucrándose con un negocio que conspira contra la salud de la patria.
Ojalá que haya un despertar de la sociedad antes de que perdamos la identidad dominicana.