La población dominicana está asumiendo la malsana práctica de dejar todo para la última hora, desde las más grandes prioridades hasta las decisiones simples que – cuando se postergan- provocan serios dolores de cabeza.
Lo que estamos viviendo se reproduce en todos los espacios, en las altas y bajas esferas de la sociedad y hasta en las universidades. Son miles los ciudadanos que disponen de recursos y esperan el último día para sacar el marbete para la circulación de sus vehículos.
Y así ocurre cuando se establecen plazos que deben ser cumplidos, teniendo como antecedente negativo, la socorrida prórroga salvadora que permite la oportunidad de evitar las sanciones o multas establecidas.
De ahí que nos vamos acostumbrando a las prórrogas: para matriculación de estudiantes, para el pago de los impuestos, para las inscripciones de los candidatos, y pronto se podría solicitar prórroga para seguir viviendo.
La cultura del caos se hace cada vez más evidente en una sociedad donde los que gobiernan buscan complacer a un segmento considerable de la población que han sacado del diccionario las palabras responsabilidad, cumplimiento y obligación.
Y así andamos con un pueblo atestado de centros de corrupción y se despachan con medidas que alientan el consumo de alcohol y el desenfreno de una sociedad que va perdiendo el respeto por la vida.
Ojalá que mañana, cuando pasen las fiestas navideñas, no haya que otorgar prórrogas para que los que no tuvieron tiempo de gozar puedan hacerlo. Y que siga el carnaval.
LA CULTURA DE DEJAR PASAR..