Desde hace años venimos recibiendo las mismas denuncias, con el agravante de que nadie asume la responsabilidad de corregir el problema. Baní está creciendo de forma desordenada, creando asentamientos humanos sin planificación, atestados de casuchas que convierten la periferia en cordones de miseria que transforman la imagen de la ciudad.
Y es que en un abrir y cerrar de ojos despertamos con nuevos barrios diseminados por los sectores marginados.
Esto ocurre en un municipio que cuenta con autoridades al servicio del Estado, con un ayuntamiento que tiene un departamento de planeamiento urbano y, que además, cuenta con alcaldes pedáneos. Obviamente, también contamos con dirigentes comunitarios que supuestamente están velando por los intereses del barrio, pero se muestran indiferentes frente a lo que está ocurriendo. Pues resulta que los moradores del sector Santa Rosa Abajo, antiguo paso hacia Matagorda, acaban de denunciar que nacionales haitianos, en contubernio con dominicanos, han invadido la orilla del río para levantar casuchas. Aquello, más que dañar la imagen de la zona, de por sí arrabalizada, podría generar una tragedia porque los haitianos están construyendo en áreas vulnerables, incluyendo la propia cuenca del río.
Mientras esto ocurre nadie ha visto a las autoridades. No han pasado ni siquiera para advertir sobre las consecuencias, como tampoco los representantes de la junta de vecinos se han unido para tomar el control del territorio donde ellos habitan. La realidad es que en Santa Rosa Abajo, los haitianos con sus cómplices dominicanos se están apoderando de la orilla del río Baní y del muro de Tierra, como también se han adueñado de los caminos que conducen a propiedades agrícolas del Corbanal y áreas vecinas.
Las evidencias están ahí. Los haitianos han tomado y cercado los caminos para convertirlos en solares donde levantan casuchas con maderas cortadas en la zona.
Claro, esto no es nuevo, no es cosa de ahora, es una situación que se repite desde hace décadas, en la misma comarca, en las zonas vulnerables y hasta en la parte alta. Lo grave y peligroso, es que las autoridades están en todo, menos en cumplir con el deber de impedir esos asentamientos, y menos en áreas vulnerables donde se pueden producir desastres naturales con posibles pérdidas humanas. Y esto, desde ahora, se las habremos de cargar a las autoridades.